Recuperar las confianzas en educación
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Críticas han venido expresando distintas personalidades públicas al proyecto que pone fin al lucro, la selección y el copago. Es una voz autorizada, porque siempre ha mostrado preocupación por la educación y, en particular, por el debilitamiento de la proveída por el Estado.
Es habitual que se piense que si hubiese que diseñar desde cero un sistema educacional, considerando la experiencia acumulada, su carácter sería distinto del que rige hoy. Parece, pues, un error no avanzar rápidamente en tal dirección. Pero ese es un ejercicio muy incompleto, porque desconoce las restricciones que existieron en momentos específicos y que produjeron el resultado que conocemos. Por ejemplo, los escasos recursos para educación escolar han sido un aspecto casi permanente en nuestra historia. Para ampliar cobertura se descansó, entonces, en infraestructura privada, que ha aspirado a resarcirse con una proporción del financiamiento obtenido vía subvención. En los momentos actuales, sin mayores problemas de cobertura, puede pensarse en revertir esta situación. Pero, evidentemente, la transición no puede ser fácil y, a juzgar por los resultados educacionales del país, tampoco es claro que sea conveniente. Además, como lo muestra el debate de estas semanas, la incertidumbre que crean los cambios no es bienvenida, e incluso los padres y dueños de los colegios están con miedo. Una reforma que produce esas reacciones indudablemente está mal diseñada.
A partir del debate que ha causado este proyecto, el Gobierno debería introducir desde ya cambios que aseguren mayor tranquilidad al sector educacional. Una estrategia daría tranquilidad a los sostenedores que han invertido en este sector esperando combinar proyectos educacionales atractivos con una recompensa legítima por la inversión y gestión realizadas. Cabría concordar un equilibrio razonable a este respecto. El proyecto actual no hace ningún esfuerzo en esta dirección y promueve un cambio en un tiempo muy breve, que indudablemente será traumático.
Para lograr un equilibrio razonable bastaría, por ejemplo, ligar el término del copago a un aumento tal de la subvención que efectivamente no perjudique a nadie. Eso podría incluirse en vez del término de 10 años que contempla el proyecto. Sería una manera prudente de alcanzar un compromiso que restaure las confianzas necesarias para que una reforma educacional sea exitosa.
Una reforma
Las reformas
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