Si bien siempre han existido, el impulso que tomaron con el uso de las redes sociales es innegable. Pero aunque parecen ser un signo de preocupación por el prójimo, en términos generales las detenciones ciudadanas dan una mala señal sobre cómo nos relacionamos en sociedad.

Si bien estas surgen como una respuesta ante lo que se considera una injusticia, este tipo de hechos remarcan la violencia que se desarrolla en las calles y la indefensión que evidencia la ciudadanía ante lo que podría considerarse como impunidad de muchos actos ilícitos.

Pese a que los argumentos de quienes avalan este tipo de acciones suelen basarse en la defensa de una persona que es víctima de un delito, lo cierto es que las detenciones ciudadanas están cargadas de violencia, pasando por alto lo que podría definirse en un juicio justo. En efecto, muchos de los que participan en estos "ajusticiamientos" desconocen las consecuencias que podría generar una escalada de agresiones.

Las redes sociales se han transformado en una herramienta de fiscalización, sin embargo, el discurso se torna contradictorio cuando los actores de este tipo de hechos son aquellas instituciones que por ley están llamadas a mantener el orden público. En ese sentido, es necesario resaltar que la violencia, venga de donde venga, debe ser cuestionada, toda vez que lesiona las relaciones humanas y genera un clima poco propicio para el entendimiento.

Es preocupante el nivel de descontento social hacia las autoridades e instituciones encargadas de impartir justicia, lo que sin duda debe ser discutido y abordado, generando políticas de refuerzo de confianzas que permitan al ciudadano sentirse más seguro.

Como integrantes de un país, es necesario vivir y respetar el Estado de Derecho y colaborar para que las instituciones funcionen.

Como sociedad es destacable reforzar las conductas solidarias en seguridad, pero evitando impartir justicia por las propias manos.

Esto último, junto con apartarse del adecuado comportamiento, podría poner en riesgo la integridad de todos.

La comuna en su sentido de historicidad, cuando se construye socialmente y legitima desde la comunidad tiene su primer acontecimiento y éste es el poblamiento primario en Alto Hospicio. Estos hechos son de fuerza y tienen en 1987 (13 de Junio) con la llegada de cien familias, todas ellas desalojadas de una toma de terreno en el sector Alto El Colorado, durante la gestión de la alcaldesa designada Myrta Dubost. La ocupación fue en un campamento o toma de terreno en los terrenos de la desaparecida Empresa Eléctrica del Norte, junto a otro grupo de pobladores (30 familias aproximadamente) que a la vez, se tomaron los terrenos cercanos al Cementerio N° 3.

Pero en la noche de 1987, la Municipalidad de Iquique se aplica, la "solución final" a la ocupación y ésta consiste en erradicar en las horas de la madrugada a los pobladores de la toma El Colorado utilizando para ello un piquete de Carabineros y un conjunto de camiones de carga. El objetivo era erradicar una toma de un barrio popular, como el Colorado y el lugar escogido debía ser un lugar que no estuviera a la vista de todos, los terrenos de Alto Hospicio. Los pobladores se comunican al Obispado para relatar los sucesos y monseñor Javier Prado dice "En la tarde del 17 de Junio visite a los pobladores en medio de un intenso frío en la localidad de Alto Hospicio y pude comprobar con verdadera angustia el espectáculo desgarrador que presenta el lugar. De inmediato se dio la orden de abrir la Iglesia para coger a los niños, víctimas inocentes de esta penosa situación"

Estos pobladores fueron desalojados a la fuerza y sus enseres fueron colocados en varios camiones y luego dejados en medio de la pampa del actual centro de Alto Hospicio cerca de la actual Iglesia Parroquial en Los Aromos y en el sector Alto Molle. Además, son dejados a la intemperie, sin luz eléctrica, agua potable, siendo sus primeras habitaciones carpas, cartones, maderas y cholguanes.

Pasado el tiempo, este sector accede al subsidio rural y nace la población Urbinas II en el Alto Hospicio central de hoy aledaña a la Iglesia católica del sector y posteriormente Urbinas I en el sector de Alto Molle, consistiendo ambos sectores el primer embrión social histórico de la comuna.