El aumento a casi el doble en las denuncias por ruidos molestos en Iquique da cuenta de un empoderamiento de los vecinos y de cómo el respeto a una vida en sana convivencia es más importante.

Si bien las principales denuncias están enmarcarcadas en barrios donde existen centros nocturnos o que son muy turísticos, también se da en el sector centro y con vehículos modificados, que con su paso activan las alarmas de automóviles.

Las denuncias por ruidos molestos en Iquique del 1 de enero al 20 de julio de este año registra 42 llamados a Carabineros, que si bien no es un gran número supera con creces al del año pasado cuando a la misma fecha habían 22.

La construcción en altura en Iquique hace que la emisión de ruidos se multiplique, y que afecten a un gran número de personas, sobre todo en fin de semana donde los locales nocturnos sacan incluso parlantes a la calle para llamar la atención de los clientes.

Uno de estos casos es el barrio La Península, sector de alta plusvalía y que en los últimos años comenzó a albergar pubs y restaurantes que atraen gran cantidad de personas todos los fines de semana.

Pero los problemas van mucho más allá de locales nocturnos tradicionales, también están aquellos fuera de la ley, conocidos como "after hours", que abren sus puertas en la clandestinidad cuando cierran los anteriores.

Además de los ruidos en la noche, este fenómeno también se produce en el sector céntrico, donde algunas tiendan sacan parlantes a la calle para promocionar sus negocios, que se suma a los ruidos de motores y bocinas de los automóviles.

Según la Organización Mundial de la Salud, el 70% del ruido ambiental de una ciudad es generado por el tránsito vehicular. Luego vienen las fuentes fijas: talleres, industrias y bares. Este tipo de contaminación sería la causa de 50.000 infartos cada año en Europa.

Es necesario que la autoridad se haga responsable de poner orden con fiscalizaciones que sean periódicas y que generen un cambio de conducta en las personas, que permita hacerse responsable por los ruidos emitidos.

Parece ser que todo nuevamente volvió a su cauce. La lógica de los consensos, de los grupos de acción colectiva, que presionan desde arriba para la mantención del actual sistema y la propuesta de empate o gradualidad tibia de cambios, se hizo parte nuevamente en un sector del Estado, que parece replegarse y postergar hasta nuevo aviso los cambios que ya en regiones nos tiene agobiados.

Tal como en otras veces, la teoría del "gatopardo", es decir cambiar todo, para que todo siga igual, hace mella, de una promesa de campaña, precisamente no generada desde los partidos políticos, sino por la misma ciudadanía.

Chile, en especial las regiones, requieren de cambios urgentes, que a través de la educación pueden gradualmente ser subsanados, otorgando más y mejor educación con una perspectiva laica e integradora.

Las universidades públicas de regiones, con bajos aportes estatales y con una institucionalidad heredada de aciagos momentos de nuestra historia, concuerdan en gran parte de las reivindicaciones que hoy demandan nuestros estudiantes, pero a causa del centralismo asfixiante no contamos con margen de cambios.

Es paradójico evidenciar que mientras las funciones tradicionales sobre los partidos políticos que entrega la especialidad, como es la de encausar la voluntad popular y servir como puente entre el gobierno y la ciudadanía, nuestros actores parlamentarios ejerzan exactamente el proceso inverso.

Mientras la ciudadanía visibiliza la importancia que tiene la educación pública y la necesidad que cada día sean más chilenos, que a través de la movilidad social, puedan cambiar su propio destino (de paso el de sus familias), los partidos políticos buscan contener los cambios.

La acción inversa y concertada políticamente, de tratar de frenar los cambios sociales, a través de una verdadera reforma a la educación, impacta en una sociedad chilena con partidos políticos desarraigados, con baja legitimidad y debilidad institucional, pero a pesar de esto el sentir de sus propios votantes.