Padre Alberto Hurtado
El 18 de agosto de 1952, fallecía el P. Alberto Hurtado. Unos meses antes había estado en Iquique predicando en un Retiro en Huara al obispo y clero de ese tiempo; fue una oportunidad que tuvo para conocer de cerca la realidad del trabajo y vida en las salitreras. Hoy lo veneramos como santo y continúa iluminando en la vida de la Iglesia y de nuestra Patria.
Sorprende el dinamismo infatigable de este hombre, su lucidez, su creatividad y su esperanza. Soñó a lo grande. No nació para ser mediocre. Cansa leer la lista de misiones que realizó y los compromisos que asumió. Y los realizó bien, sin improvisaciones de última hora. Todo lo oraba y lo discernía al calor de su corazón apasionado de creyente. Construir un mundo más justo, más solidario, más cristiano, más feliz, era la obsesión de su vida. Porque este era el proyecto de Jesús fue por lo tanto el suyo. Su secreto es que amó a Dios con pasión y por eso amó apasionadamente a los hombres. Predicó lo que creía y lo vivía en la vida concreta. Y todo con humildad. Su deseo era servir.
La vida de este hombre bueno, continúa animando a muchos que no desean ser espectadores de las necesidades sino que buscan contribuir con su tiempo, capacidades y bienes a hacer un poco más feliz la vida de los hermanos y no se cansan en trabajar para que el mundo sea más justo, un poco más parecido a lo que Dios ha soñado para todos.
En nuestra ciudad son muchos los jóvenes y adultos que por las noches salen llevando un poco de comida a tantos hermanos que viven en situación de calle, pero sobre todo llevan el calor de una palabra amiga que les dice: ustedes también cuentan, también son importantes. Junto a ellos cómo no reconocer el valioso trabajo de tantos hombres y mujeres que en los distintos voluntariados sirven con el solo deseo de hacer sentir a los hermanos que se les quiere.
Que el recuerdo de San Alberto Hurtado nos motive a todos a buscar la manera de servir, las necesidades son muchas, y que nunca olvidemos lo que él enseñaba: "nadie es tan pobre que no pueda dar una sonrisa", no tenemos excusa para no hacer el bien.