El fenómeno de la delincuencia es transversal y rompe las denominadas barreras sociales. En cualquier punto de la ciudad y horario puede acontecer un ilícito. Por ello el dicho "la delincuencia está en todas partes".

Siguiendo con esa línea, no es humanamente posible, dado el contingente policial, que los ojos de sus efectivos puedan estar en cada punto y es por ello que las cámaras de vigilancia son una interesante herramienta que permite mantener en observación algunos sectores que son recurrentemente conflictivos.

También está el factor disuasivo, donde la precaución de ser grabados pueda frenar el ímpetu de algún delincuente. Sin considerar una serie de otras virtudes, como establecer claramente las causas de algún accidente o seguir la trayectoria de algún vehículo o el inicio de un siniestro entre muchas otras posibilidades, es que el tema de dotar de cámaras es una tendencia habitual en las ciudades.

Por todo ello, llama la atención la lentitud con la que avanza la licitación de las nuevas 200 cámaras de tele vigilancia. El Consejo Regional de Tarapacá aprobó en agosto del año 2014 un total de 2.432 millones de pesos, cifra que permitiría la implementación del sistema, además de la modernización general de las antiguas cámaras que daban vida al centro de control gracias a la fibra óptica y un sistema infrarrojo.

De la mano de ello, el Core prohibió además a las juntas de vecinos la postulación a fondos que incluyeran aparatos de este tipo por estar cubiertos ya con el proyecto anterior, cuya unidad técnica es la Municipalidad de Iquique.

Claro está que en la lucha contra la delincuencia las cámaras no son la solución, pero sí son un eslabón más de la cadena de factores que puedan hacer bajar las estadísticas que en Tarapacá registran altas cifras similares durante los últimos 10 años.

La educación, programas de generación de empleo, aumento de penas, mayor contingente policial, prevención y el autocuidado son solo algunas de las otras herramientas que en conjunto podrían apoyar un tema que dadas todas las últimas encuestas es de mucho interés para la población.

Hacia la década de los 90' era común que el olfato de los habitantes de la emergente localidad de Alto Hospicio, sintieran al atardecer un fuerte olor a ácido, al preguntar a los pobladores del sector antiguo, llamado Iglesia, señalaban que era por las lagunas de estabilización.

La ubicación de estas lagunas que hoy se conocen como conflicto ambiental y que afectan la calidad de vida de la población es un tema que tiene que ver con el crecimiento de Alto Hospicio, la nula planificación y el olvido de los que cuentan, es decir la gente.

El sector norte de Alto Hospicio hacia fines de los 80' y principios de los 90', lo constituían los parceleros, la hoy inexistente estación ferroviaria cuyos rastros en la tierra dejados por los durmientes se podían ver hasta hace algunos años. Sin embargo, la entrega de condominios privados hacia el 2000, el primero de Alto Hospicio y la edificación de la villa Frei, aumentan la cantidad de población y de colegios que se suman al proyecto particular subvencionado iniciado por la Corporación Metodista en 1992.

La acción actual, articulada desde hace años y que suma las quejas físicas, como psicológicas sufridas por la población y la aparición de roedores que se había incluso normalizado, acciona los movimientos sociales de tipo local que presionan a la autoridad, tanto público, como privada.

Los problemas medioambientales y la decisión del estado, sea en su sector comunal, como regional, debe tender a proteger a las personas por sobre el interés privado y más cuando el problema viene de décadas. La calidad de vida no sólo se mide por las inversiones, sino por el bienestar de la gente, si hay dudas se debe saber que mide el PNUD.

Alto Hospicio no es ya la extensión urbana de Iquique, como en los años 90', sino que es una comuna y con elementos propios de territorialidad y con una maduración política de base comunal que se está construyendo de a poco, como se hacen los tejidos sociales, cuando el colectivo siente la amenaza que altera su forma de vida y cuando altera la salud.

Los antiguos parceleros, como primeros habitantes, son testigos tanto del crecimiento humano que edificó casas y departamentos, como de la llegada de las lagunas, como observadores de la historia darían datos del avance del tiempo y seguro dirán que el antes, fue mejor que el ahora.