Las emociones, así como las enfermedades, son sumamente fáciles de contagiar. Lo explica José Martínez Selva, un catedrático de psicobiología de la Universidad de Murcia. "Tenemos una tendencia a imitar y reaccionar ante los demás con los mismos comportamientos que vemos en ellos. En unas ocasiones se trata de gestos simples, y en otras, afecta a pautas más complejas como emociones", afirma.
Por eso, agrega, las personas con las que nos relacionamos influyen directamente en nuestros sentimientos y ánimo.
Entre las emociones más susceptibles de ser imitadas están, por ejemplo, la alegría, la tristeza y el llanto. Estas son conocidas como emociones simples. Otras, en cambio, son más complejas: el desgano, la indiferencia y los celos.
De las conductas imitables, hay seis que preponderan por sobre el resto:
Está científicamente comprobado que tener amigos obesos aumenta las posibilidades de convertirse en uno.
Existe un fenómeno llamado psicosis colectiva, en el que el temor o paranoia se va contagiando.
Por muy desarrollada que tenga su paciencia o disciplina, estar con alguien estresado puede convertirlo a usted en un ser humano tenso.
"Incluso una conversación sobre los picores o ver a alguien rascarse puede provocar el deseo de rascarse", dijo el dermatólogo Gil Yosipovitch.
"Las personas positivas saben fabricar felicidad en ellas mismas y también en las de su entorno", asegura José Carrascosa, psicólogo, especialista en entrenamiento emocional.
"Las personas exitosas contagian ilusión y confianza, tienen eso que llaman magnetismo, que es un intercambio emocional más allá de la lógica", dice Carrascosa. J