Ganamos todos
En el basquetbol se gana o se pierde. No hay lugar para el empate. Sólo dos opciones que diez jugadores deben resolver. Pero, a la larga con la masificación de este deporte ganamos todos. Y eso en Iquique fue pan de cada día hasta la década de los 70 del siglo pasado. Por todo el plano urbano, los clubes de barrios y de los otros animaron las tardes y las noches. Se jugaba aquí y allá.
Por muchos años, demasiados quizás, esta práctica masiva fue cosa del recuerdo. Hoy soplan nuevos aires gracias a visiones estratégicas de dos instituciones que han sabido escucharse y emprender un desafío mayor: promover el basquetbol con los menores, tanto en niñas como en niños. La así llamada familia del basquetbol ha vuelto a casa, pero con nuevos rostros. Las canchas de la Academia de Educación Física, Jorge V, Corona School y de la plaza Arica han sido testigo de este renacer basquetbolero.
La Zona Franca entendió la propuesta de La Cruz, y la alianza no tardó en formalizarse. Los resultados están a la vista. Jugaron más de 900 niños y niñas, entre los 8 a los 18 años. Desde Alto Hospicio hasta el Lirima, Jorge V, Academia, Corona, Croacia, Don Bosco, Unap, La Cruz. Cada club equipado gracias a la Zofri, y ceremonias de premiación de alto nivel. Massiel Mondaca y Fabiola Pardo, grandes ellas, en una clínica deleitaron con sus conocimientos y habilidades en este deporte hermoso como ninguno.
Siempre hemos afirmado que el deporte es uno de los mejores instrumentos de integración social. Permite que la gente se conozca y comparta el espacio público. Muchos no conocían la plaza Arica y llegaron todos los sábados y domingo a ver como el viejo barrio recuperaba una antigua tradición. Un encuentro entre el Croacia y el Lirima fue la máxima expresión de esa intención de conocerse. Y lo lograron. El asfalto de la plaza Arica lo permitió.
El deporte, en este caso, el basquetbol, operó como un dispositivo de compartir el mismo espacio. La alianza entre la Zofri y La Cruz, convocó a la familia del baloncesto. Sonreía el viejo Sepúlveda, el Cuico, cada vez que un niño o niña encestaba una canasta.