Juan Huatalcho: 58 años junto al sabor del alfajor piqueño
Tiene 91 años y desde los 33 se dedica a cocinar este dulce típico del oasis de Pica. El fabricante describe cómo fue la evolución de hacer el producto a mano, para luego pasar a un proceso mecanizado.
¿Aún le quedan alfajores para vender? Es la pregunta que se escucha después de las seis de la tarde en la casa que está ubicada a un costado de la plaza de Pica. Allí comenzó su fábrica, la primera de la localidad, Juan Renán Huatalcho, quien se hizo conocido como "El cochayuyo", y que a sus 91 años sigue preparando este dulce típico del oasis.
Su historia como dueño de los mejores alfajores de Pica comenzó cuando a los 33 años y luego de recorrer de norte a sur el país, volvió a su tierra natal después de 20 años.
Aprendiendo
No fue haciendo alfajores que Huatalcho se inició en los negocios, según recuerda. "Cuando volví a Pica tenía un capital de doscientos mil pesos y con esto monté un almacén donde vendía alfajores traídos de Matilla, verduras, parafina, cochayuyo, papas", describe.
Fue en ese momento que uno de sus primos le recomienda bajar el precio de las papas para que hubiese más movimiento de dinero. Y así fue que comenzó una parte importante de su desarrollo comercial, según dice Huatalcho, quien también es conocido como "El cochayuyo" debido a la gran cantidad de paquetes de esta alga que vendió en su negocio.
"Entonces mi hermana me dijo que ella me enseñaría a hacer alfajores para que yo los vendiera. Aprendí a hacer la masa; mi cuñado me hizo un horno de tambor a leña e instalamos la fábrica de alfajores", manifiesta Huatalcho.
A mano
Con el conocimiento para hacer alfajores que le heredó su hermana y el horno a leña que le regaló de su cuñado, Huatalcho estaba listo para emprender el negocio de su vida.
"Una señora de acá se me acercó para preguntarme si me hacía falta ayuda después de las 16 horas y me envió a su hijo de 14 años. Hacíamos todo a mano y la masa la estiraba con una botella. Luego él iba cortando la masa, la amontonaba y las guardaba en una caja", explica.
Su rutina comenzaba a las cinco de la mañana cuando encendía el horno y como éste era a carbón, se ponían enseguida a cocinar la masa de los alfajores.
"Una tarde llegó un compadre de mi hermana y me dice: ¡qué interesante lo que está haciendo! Pasaron los días y luego me envía una máquina de esas para amasar fideos con el mensaje de que cuando yo tenga mi propia máquina, le devuelva la que me prestó".
Con esta nueva máquina Huatalcho aumentó la producción de alfajores en su fábrica que se comenzaban a vender en pequeñas cajas de galletas que se iban rumbo a las oficinas salitreras del Norte Grande.
"Ahí fue cuando hice la primera venta para la oficina salitrera Pedro de Valdivia. Entonces ya teníamos todo el proceso mecanizado y estábamos trabajando ocho personas en la fábrica", revela Huatalcho.
Con el cambio de moneda de escudo a peso en 1975 significó para este fabricante que sus ventas bajaran y en consecuencia, disminuyera el número de trabajadores que tenía en su negocio.
"El proceso también fue haciéndose más rápido. Entonces comencé a comprar las galletas para hacer los alfajores y así, me ahorraba el sueldo de un trabajador", dice.
Con coco rallado
La novedad de cambiar la harina tostada por coco rallado para cubrir los bordes del alfajor llegó por casualidad a esta fábrica, según recuerda Huatalcho.
"Iba a Chuquicamata a vender y resultó que el ayudante que tenía me preparó una carga de alfajores de tres cajas plataneras y se le ocurrió ocupar una caja con coco rallado que yo tenía guardada para hacer horchata", recuerda.
Lo que sucedió fue que cuando Huatalcho esperaba en el terminal de autobuses se topó con un grupo de trabajadores que iban a hacer el cambio de turno.
"Me preguntaron qué llevaba y yo les vendí alfajores. Me dijeron que no eran alfajores porque no eran de color café y les expliqué que tenía coco. Los guardaban en su vianda y se iban a tomar el tren rumbo a la mina de Chuqui", refiere. Desde entonces dejaron de usar la harina tostada en sus preparaciones.
Actualmente él solo es quien sigue preparando los alfajores en su fábrica y los vende en el mismo lugar a donde concurren todos los días los piqueños y turistas a comprarle sus dulces.
Sobre si disfruta comerse un alfajor Huatalcho abre bien los ojos y responde sonriendo que no.
"Hace muchos años que yo no como. La verdad es que ni me acuerdo cuándo fue la última vez que me probé un alfajor. Yo sólo me endulzo con miel de abeja en el tecito y nada más. No como nada de azúcar. Dicen que sólo el olor del relleno ya uno está comiendo dulce", termina.
"Mi hermana me dijo que ella me enseñaría a hacer alfajores para que yo los vendiera".
Juan Huatalcho, sobre cómo aprendió a hacer alfajores piqueños.
"Ni me acuerdo cuándo fue la última vez que me probé un alfajor
Juan Huatalcho, fabricante.
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