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Dueños de lo público

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Diversos autores han pontificado de lo virtuoso que resultaría que el Estado tenga un monopolio en sectores como la educación, la salud y la previsión. A esto lo han llamado "el régimen de lo público", pues se supone que si algo es del Estado es de todos los chilenos y no solo de unos pocos codiciosos.

Pero al parecer, lo público sí tiene dueños, y se llaman burócratas. Casi la mitad de los recursos que el Gobierno destina a beneficios sociales se gastan en burocracia estatal. US$ 15 mil millones dejan de llegar a familias necesitadas, pues los funcionarios, administrativos, asesores -y parte de la parentela de los políticos- recortan su tajada, que equivale nada menos que al 42% de los recursos.

En 1968, cuando gran parte de los recursos de las pensiones iban a parar a burócratas, el Presidente Frei Montalva se quejaba: "estamos gastando más en administrar la previsión que en cumplir con uno de sus objetivos fundamentales, que es darle salud al pueblo".

Con seguridad se seguirán haciendo nuevas reformas tributarias. Pero con seguridad, también, los beneficios llegarán a la ciudadanía solo después de que la interminable fila de burócratas cobre su comisión correspondiente.

Eduardo Gomien

Lenguaje político

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George Orwell y Albert Camus acotaron dos frases, respectivamente: "El lenguaje político es empleado para que las mentiras parezcan verdaderas, el crimen respetable y para dar apariencia de solidez a lo que es puro humo" y "He llegado a comprender que toda la desdicha de los hombres proviene de que no tienen un lenguaje claro". Cuánta verdad en tan pocas palabras, que debemos tener en cuenta en estos dos próximos años de elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales, donde las propuestas y proyectos contendrán eufemismos, ambigüedades, disimulos, perífrasis y circunloquios soterrando el objetivo real de una ideología: movimiento y política partidista para ostentar el poder.

Un discurso de palabras claras y comprensibles en una sintaxis y gramática normativa aseguran la verdad de la idea, pero además necesita la prueba de la blancura: reflexionar si lo prometido es factible de cumplir por el candidato, que normalmente posee un optimismo interesado que raya en la utopía.

Marcos Concha Valencia