A sus 101 años recuerda las salitreras y anécdotas históricas
Va todos los días a la peluquería y le gustaría conocer Europa, sólo que a su edad no la dejan subir a los aviones. Ha recorrido muchos lugares y dice que en la vida todos los problemas pasan, y que ella en todo este tiempo siempre rezó.
Nació en la oficina salitrera Santa Lucía, cantón sur, el 15 de marzo de 1915. Hoy a sus 101 años de edad, Fresia del Carmen Tomé Terrazas, madre del relojero de la histórica torre de la Plaza Prat, cuenta que su vida ha tenido de dulce y agraz, y que durante su juventud vivió en distintas salitreras por lo que lleva parte de la historia en sus recuerdos y anécdotas.
"Me siento bien, tengo buena memoria, todavía puedo moverme, me hago mi propia comida. Vivo con mi hijo y con un nieto, no estoy tan sola, sólo que no hay otra mujer en la casa", comenta sobre su presente.
Fresia cuenta que desde niña empezó su deambular por las salitreras de Tarapacá, pues "estaba guagua cuando mi papá se cambió, después volví y conocí la oficina donde nací. Era bonita, estaba cerca de la playa porque llevaban pescado para vender. Era una oficina chica y tranquila".
Luego de ello, según recuerda, junto a su familia y a su abuela que la criaba, se fueron a Pozo Almonte, donde pasó buena parte de su vida. "De Pozo nos fuimos Humberstone y tenía como 8 años. Era costumbre que la gente se enojara y se cambiara de oficina, así que estuvimos en varias oficinas".
Tras ello, pasaron a la oficina Josefina donde estuvo en el colegio y a los 12 años empezó a trabajar. "Trajeron un enganche de Bolivia a la oficina Progreso y yo me encargaba de pagarles", cuenta.
Con una sonrisa en los labios dice: "me acuerdo que una vez en el camino me encontré con la boliviana para que le diera la plata, abrí la bolsa y se me voló un billete y corrí y corrí y no lo pille nunca con el viento. Yo iba a las faenas a pagar".
Otra de las oficinas donde estuvo fue la Irene, cerca de Negreiros. "Yo vi cuando incendiaron la oficina Agua Santa, porque la incendiaron, como estaba todo malo, quisieron terminar con todo. Yo eso lo recuerdo muy bien. Después me fui a Catalina, después a Huara".
De las salitreras dice que la vida en general era tranquila, pero que también se hacían las fiestas y que muchas veces se entendían con el repicar de las campanas. "El sereno o el jefe de población se echaba a perder algún botón y empezaba a llamar con campanas y concurrir al trabajo".
Anécdotas históricas
Asimismo, indica que cuando llegó el enganche, las bolivianas botaron las polleras, esas prendas que habían adoptado de los andaluces. "Botaban las cosas y se enamoraban al tiro de los chilenos, le llamaban las chuscas", rememora.
Otra de las anécdotas de Fresia es de la Liga Patriótica, cuando hasta la década del 30, turbas de individuos violentaban a la población peruana, chilena de origen peruano o considerada peruanista, participando agresivamente en el proceso conocido como chilenización de Tacna, Arica y Tarapacá. "Había un peruano que estuvo mucho tiempo escondido en un tubo y ahí le llevaban comida. Estaba cerca de Pozo Almonte. La mitad defendía a los peruanos y otros a los chilenos, la familia se dividía mucho", comenta.
Iquique
A Iquique, llegó en 1932, luego de vivir en Arica. "Yo pensaba que me gustaría Arica, porque en el colegio se hablaba tanto que el cerro tenía varias cuevas y que el inca se pasaba de un lado a otro. Y cuando estuve por ahí, anduve mirando en el morro de Arica. No me metí, porque se caían las piedras, era peligroso. En Arica era rico comer caña y harta melcocha, y comí muchos camarones".
Fresia confidencia que prefería Iquique y que en una de esas visitas pasaba por la plaza Condell, donde por habían tiendas. "Yo venía de Arica, paseaba por la plaza Prat y en frente había una tienda y alguien me silbaba. Un día, me fui a comprar zapatos y él estaba ahí, entonces me probó todos los zapatos que quería. Después me fui a Huara y ahí él me llamaba por teléfono, lo conocí una semana y después me casé con él". De esa relación tuvo dos hijos, 14 nietos y 29 bisnietos, varios en el extranjero.
El trabajo
Respecto al trabajo, Fresia comenzó a temprana edad a encargarse de sus hermanos por problemas de dinero en su familia. Siendo la primera en su clase, no pudo pensar en los estudios. Uno de los trabajos que la ayudó a formar su familia con el relojero Valverde fue la costura. "Aprendí sola haciéndome mi ropa, la cortaba sola. Antes se acostumbraba de poner una hoja en ventana para que supieran que yo cosía, después hice un curso de corte francés y fui mejorando. Tuve un taller con 8 personas para entregar por cantidades y para vender afuera, llevaba para Antofagasta, para Tocopilla, para todos lados, así que en la semana tenía que entrega 10 vestidos", expresa.
Su hijo, Hermes comenta que ella fue quien le confeccionó su primer traje café, tenía un vestón con un patito y otro con raqueta, "Era bien curiosa ella. Cuando mi papá se instaló con la joyería, las primeras joyas que vendió mi papá fueron unos aritos que ella hizo con botones forrados con género y que tuvieron mucho éxito", recuerda.
Hoy
De ahora, Fresia cuenta que le gustaría ir a Europa y que no quiere morir, porque no quiere dejar a su hijo solo. "Mi vida ha sido feliz y con sufrimiento, pero todo pasa, lo único que para todo yo me pongo a rezar, yo soy católica, mi abuela me enseñó a rezar".
Fresia Tomé
"Yo vi cuando incendiaron la oficina de Agua Santa".
"Aprendí sola haciéndome mi ropa. Se acostumbraba a poner un papel en la ventana".
Fresia Tome,, cumplió 101 años este 15 de marzo.
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