Iquique fue por mucho tiempo una ciudad de plazas. Grandes, chicas, humildes, pero reconocidas por todos como un lugar de encuentro. A menudo, y casi exagerando, la gente decía que era la continuidad de la casa, una especie de living, una modalidad del patio.
La plaza era un espacio pedagógico. Allí los saberes del barrio, los saberes del cuerpo, se explayaban en esas pizarras asfaltadas o bien de pura tierra. Tanto los deportes como la religiosidad popular, encontraban en el cuerpo, el cuaderno donde se inscribían los códigos que aún permanecen en el cuerpo: cicatrices, que antes de ser tales fueron carachas. Testimonios de infancias compartidas.
La plaza era el lugar, sobre toda la Prat, donde la sociabilidad se expresa en su punto máximo. Los domingos por la noche era una especie de modelaje, donde todos exhibíamos lo mejor de cada cual. La Condell, era la de los debates por el futuro de la nación. El espacio donde se medían fuerzas, el lugar de las celebraciones. Pero también para el retrato fotográfico. La plaza Brasil, la antesala, para mi, para llegar al Liceo. Y así por casi todo el plano urbano.
Hoy las plazas no gozan del encanto de esos años. La urbanización sin planificación, el negocio inmobiliario, el mercado, la han convertido en casi todo, menos en un lugar de encuentro. Por las tardes casi espacios vacíos.
Pero para que hayan plazas ocupadas tienen que haber ciudadanos. Debe existir un proyecto comunitario. Sin este el espacio urbano estará vacío. Pero además una política pública que ayude a resignificar esos lugares. De allí la necesidad de apoyar a los clubes deportivos, a los bailes religiosos, a las juntas de vecinos.
Se llenaba la plaza Prat porque los morrinos, liceanos, y todo Iquique la usaban para sus efectos. Cuando las ciudades son de barrios ciudadanos, las plazas, por definición están colmadas de lo comunitario, de aquellos vectores que se sintetizan en una idea del nosotros. En tiempos de privatización de la vida comunitaria, conviene reflexionar sobre lo que hemos perdido. No sólo las plazas, sino algo más profundo.
"La plaza era el lugar, sobre toda la Prat, donde la sociabilidad se expresa en su punto máximo".
Bernardo Guerrero,, sociólogo