La lucha de piqueños y matillanos por recuperar sus raíces quechuas
El paso más importante fue hace un mes cuando efectuaron el cambio de etnia aymara a quechua.
Una verdadera revolución se vivió hace un mes en Pica con el cambio de etnia aymara a quechua que efectuaron un centenar de habitantes de esta localidad, Matilla y del Valle de Quisma. Proceso que sigue su curso, ya que motivó una reflexión sobre los orígenes de los piqueños, que califican el cambio como un acto de justicia, ya que afirman que por siglos fueron invisibilizados.
Según María Isabel Salinas, encargada de la oficina de Pueblos Originarios de la Municipalidad de Pica, esto no fue sencillo, ya que siempre existió resistencia de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi) para reconocer esta ascendencia quechua, lo que a su juicio estaría motivado por una intención de "aymarizar la región" por parte del organismo.
"El piqueño es el indio que siempre estuvo acá y se mezcló con el español, pero ese indígena antes que llegaran los españoles es el quechua", señala, citando historiadores peruanos que se refieren al poblado cuando dependía del Virreinato del Perú, a través de las encomiendas y los indios que se mantuvieron en las tierras y muchos adquirieron los apellidos de los hacendados españoles.
En efecto, las crónicas de Antonio O'Brien de 1765 relatan que la población de Pica "se compone de bastante Gentte española, muchos negros y Mulatos, Cholos y Mestizos, entre los cuales ay muchos Esclavos, Ochenta y quatro Yndios de tributo y algunos europeos transeuntes", sin precisar etnias.
Sin embargo para los habitantes, la certeza de estas raíces quechuas son las palabras que se usaban, como cocha, Longacho (cerro ceremonial), chuncho, Poroma, que se transmitieron de generación en generación, especialmente en las chacras. "Usamos el sol para regar, cosechar y podar... podamos en luna menguante, nuestros antepasados tomaban chicha de maíz y se comía el tamal", señala María Isabel Salinas
En tanto Jorge Moya, presidente de la comunidad quechua de Matilla, agrega que las fiestas patronales de San Andrés de Pica y San Antonio de Matilla también expresan este legado. "Cuando salen los santos patrones llevan a sus pies más que flores, los frutos y es un simbolismo del sincretismo que se produjo".
Un legado que se conservó entre los originarios de este oasis a lo largo de numerosos acontecimientos, como el paso de Diego de Almagro y la llegada de los españoles, luego la independencia peruana, donde Tarapacá era parte del vecino país y la Guerra del Pacífico, cuando el territorio pasa a ser administrado por Chile.
Pese a que esto último se vivió hace más de 100 años está vívido en la memoria de sus habitantes, como María Isabel , que relata la historia de su abuelo enviado a Perú, al igual que otras familias piqueñas, matillanas, tarapaqueñas y vallesteras (Quisma) perseguidas por su origen, quienes al llegar al vecino país, "son abandonados por el Estado peruano y se empiezan a empobrecer, el Estado chileno y peruano nos debe", señala enfática, lo que los obliga a retornar y ser parte del plan de chilenización que intenta dejar atrás cualquier atisbo extranjero.
Por esta razón cuando se aprueba la ley Indígena en 1994, "nos pilla desprovistos de nuestra historia", afirma la encargada de esta oficina, quien se reconoce como quechua, agregando que esto fue un punto de inflexión para tomar conciencia de su historia, ya que hablaban y comían como indígenas, pero no se identificaban con los aymaras, que era el reconocimiento al que accedían con la Conadi.
Algo con lo que coincide Jorge Moya. "Todavía hay un camino fuerte por recorrer. Hay un fenómeno que se está produciendo, la aymarización de Tarapacá y borrar la existencia de otros pueblos... ¿por qué tenemos que ser compelidos a pertenecer a una etnia de que no somos por orígenes, por costumbre, por nada?", se cuestiona.
¿Por qué?
Razón por la cual el cambio era trascendental para este centenar de personas, 80 que efectuaron un cambio de etnia y 20 que tramitaron su reconocimiento quechua. "Es una reivindicación de un pueblo ancestral que vivió por centurias en Pica, Matilla y el valle… cuando se habla del camino del inca, del chasqui, del cachimbo son las raíces nuestras", aseveró el dirigente sobre la ceremonia realizada en la hacienda Santa Julia, a la cual asistió la intendenta Claudia Rojas, el director zonal norte de Conadi, Isidro Mamani; la core Roxana Vigueras, que los apoyó en esta gestión; y el alcalde de Pica, Miguel Ángel Núñez, que aportó recursos para la contratación de antropólogos que respaldaran esta demanda.
"Cuando asumí, me di cuenta que había cierta falencia en la oficina de asuntos indígenas... Figurábamos de aymaras y ahí surgió toda la comunidad que somos descendientes de los quechuas, nuestro vecino Huatacondo, Calama, San Pedro de Atacama son quechuas reconocidos. Mamiña, Quipisca y nosotros éramos algo que estaba faltando", afirma el edil, también de origen quechua.
Sobre el proceso vivido en Pica, el director zonal norte de Conadi, Isidro Mamani, manifestó que el cambio de etnia es un trámite regular que efectúa Conadi. "No existe impedimento legal para no acceder a esa solicitud… al hacer un cambio de etnia no pierden su calidad de indígenas, lo que se hace dada la autodeterminación de ellos es definir a qué pueblo originario ellos se adscriben. En un momento se adscribieron al pueblo aymara, hoy día bajo quizás nuevos antecedentes, mayor conocimiento de sus familias o de su origen, se autoidentifican como quechuas".
En relación a las dificultades expuestas para acceder a este reconocimiento, el director enfatizó que no existía discriminación y que había que retrotraerse al inicio de la ley indígena.
"El proceso de visibilización o reconocimiento de los pueblos indígenas en nuestro país no ha sido un tránsito de flores… cuando se empezaron a generar las reuniones para tener una ley indígena fue en dictadura, había temor al debate o requerir al Estado un reconocimiento. Muchas personas no sabían que eran indígenas o que la transmisión oral de ser indígena se había cortado, creo que eso les pasó a los hermanos quechuas de no haberse enterado, no haber participado en esos procesos iniciales de la creación de la ley indígena… hubo mayor participación de los aymaras de Arica principalmente", explicó el director de Conadi.
Dudas
Pero que exclusivamente se tratara de quechuas es algo que pone en duda el arqueólogo y antropólogo cultural Horacio Larraín, quien señala que "Pica fue un lugar muy importante en el trayecto del Qhapaq Ñan (Camino del Inca) por la Pampa del Tamarugal y depresión intermedia de la región, pero menos importante que el pueblo de Tarapacá... es seguro que en ambos lugares debió haber existido una pequeña guarnición quechua, protegiendo el camino y abasteciéndolo. Su importancia como población se deduce que haya sido cabeza de encomienda otorgada en 1540 al conquistador Andrés Jiménez en Pica".
Expone además que su población antes de la llegada de los incas era de raza y lengua puquina, pero con un pequeño enclave militar puesto por el Inca para control de los recursos (agua y plantaciones de maíz, zapallos, papas, quínoa, etc.) y guarnición y mantenimiento del camino Inca o Qhapaq Ñan. Pero que "los quechuas eran una muy pequeña minoría local, que dominaba y controlaba la etnia puquina originaria".
Agrega que hay rastros de toponimia puquina en Pica, poco estudiados aún, pero también atacameña (Lickan Antay), por los fuertes vínculos comerciales que existían con Atacama.
Con respecto a este cambio de etnia, su impresión es que se trata de una estrategia adaptativa innata pero reciente de la población piqueña, como reacción contra la Conadi regional que ha estado enteramente dominada por la corriente aymara, a fin de autodiferenciarse de ellos, a los que siempre han mirado como advenedizos. "Para los piqueños antiguos, los aymaras son altiplánicos. Los aymaras, en efecto -y hay muchas pruebas de ello- llegan tardíamente a las zonas bajas (siglos XVIII-XIX) pues originariamente eran pastores y cultivadores del altiplano de Carangas y Lipes. Bajaban desde el altiplano con sus rebaños hacia las quebradas peruanas o chilenas cuando en su tierra tenían sequía o falta de pastos, a las quebradas. Pero siempre en un muy pequeño número de familias , salvo recientemente (en los últimos 50 años) cuando su número ha aumentado notablemente y se ha convertido en un flujo muy fuerte, al requerirse sus servicios en la agricultura local".
Por último, con respecto a esta intención de aymarizar, refirió, "no creo que haya habido una intención formal en ese sentido, lo que ocurre es que siempre los geógrafos, antropólogos e historiadores en sus mapas marcaron toda la zona de Tarapacá como de presencia 'aymara', en el momento de la llegada de los españoles.
Aclaró que era casi imposible rastrear la presencia quechua "que yo sospecho fue siempre muy tenue en esta zona, salvo que aparezcan nuevos archivos peruanos, de Bolivia o de España (Archivo de Indias), que se refieran expresamente a esa situación". Otro camino, a su juicio complicado, era el estudio metódico de la toponimia local (nombres de los lugares), que requiere de lingüistas conocedores de las lenguas aymara, quechua, puquina, chipaya, lickan antay, kakán. "En Chile no los tenemos, por cierto", concluyó.