50 años
Tarapacá a partir de la segunda década del siglo pasado, experimenta una serie de cambios políticos y sociales, ubicándose dentro de su espacio geopolítico y consciente del rol que le compete dentro del Estado-nación.
No es casualidad que dos instituciones claves en el desarrollo cultural local, como es la Universidad Arturo Prat y el Diario La Estrella de Iquique, hayan surgido a la par y después de medio siglo de existencia, tengan plena vigencia.
Tras un recorrido, marcado por tres etapas, como es primero ser sede de la Universidad de Chile, luego Instituto Profesional de Iquique y finalmente como Universidad Arturo Prat, nuestra institución puso su foco en representar un espacio público, supeditado a la ciudadanía y dentro de una estrategia de desarrollo regional.
Hago eco con esta idea, lo que precisa la politóloga chilena, Marta Lagos, en su artículo La Opinión Pública (2005), quien expresa que la legitimidad de la democracia no se logra solo por medio de las instituciones, sino también por la capacidad de los actores sociales y políticos de formular una política pública incluyente y demandada por la ciudadanía.
Bajo la idea de que el ser humano es un ente social, cuya conducta se funda sobre la cooperación y no en la competencia, hemos luchado, por incorporar las voces de la ciudadanía, esa que diariamente debe dar dura pelea por sacar adelante a su grupo familiar y que pone en nuestra manos, la esperanza de un ascenso social.
En estas cinco décadas, hemos sido testigos, tanto de un proceso político nacional, como de los cambios que ha tenido el Orbe. Ese transitar desde un mundo bipolar hacia uno polar, globalizado, pero lleno de paradojas.
En estos cincuenta años, visualizamos la existencia de un punto de inflexión, que Ronald Inglehart (2005) en Modernización, Cambio Cultural y Democracia, representa a un sujeto sometido a cambios intergeneracionales, que transita desde un sentido de sobrevivencia básica a otro con un nivel de seguridad existencial, en especial entre los jóvenes, quienes enfatizan valores como la autonomía, auto-expresión, tolerancia y diversidad.
Este crecimiento, producto de una sociedad globalizada e interconectada, estableció indicadores de desarrollo económico, que por un lado mejoró la calidad de vida, pero por otro, dejó un flanco que hoy comenzamos a experimentar y que como actores regionales buscamos socavar.
"En estos cincuenta años, visualizamos la existencia de un punto de inflexión".
Gustavo Soto Bringas,, rector Universidad Arturo Prat"