La radiografía y futuro del sector más "inorgánico" de Iquique
Hoy Bajo Molle es considerado por expertos un lugar desordenado que alberga varias actividades que no conviven de la mejor manera, por la falta de una planificación territorial. Se proyecta a largo plazo un reordenamiento.
El término inorgánico, según la Real Academia Española, tiene tres definiciones. Una dice que es un cuerpo que no posee órganos para la vida; otra significa la expresión de una sustancia que le falta carbono. Y por último se usa para referirse a un conjunto que no tiene sus partes ordenadas.
Este último significado es el que usa el presidente regional de la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), Bernardo Alcázar, para referirse al sector de Bajo Molle, de Iquique. "Este lugar de la ciudad es un ejemplo de crecimiento inorgánico".
Y su desorden se debe a que no cuenta con una planificación territorial, lo que ha generado que en Bajo Molle, considerado un sector rural de la comuna, se hayan instalado, por ejemplo, colegios, industrias, viviendas, moteles, centros de eventos, espacios recreacionales, deportivos, almacenes, canteras, discotecas y servicios.
Además, el artículo 55 de la Ley General de Urbanismo y Construcciones -la disposición legal y reglamentaria que determina las obras que se pueden realizar en Bajo Molle-, es más flexible y ambiguo que estricto.
La asignación de terrenos de parte de Bienes Nacionales a empresas que hoy trabajan en el sitio, también ha colaborado en la desorganización. "La idea es evitarlas cuando no hay una planificación", dice el asesor urbano de la municipalidad de Iquique, Christian Rojas.
Que no haya una planificación territorial es consecuencia de que este espacio no está incluido en el Plan Regulador Comunal, que de los años 80 se ha actualizado en tres ocasiones hasta 2011, pero en ninguna de ellas se consideró.
"Bajo Molle es el resultado de la falta de un plan regulador, y como la ciudad ha presionado por crecer hacia el sector sur, este lugar ha sido la mejor respuesta que ha tenido", dice el presidente regional de la CChC.
Vecinos sin querer
Para conocer el origen de Bajo Molle hay que remontarse a los años 70, cuando simplemente era un sitio eriazo. Pero a fines de la misma década comenzó a tener vida con la instalación de una cantera que extraía áridos del Cerro Tarapacá. Luego comenzaron a llegar más industrias y otras actividades que, por ser vecinos, han tenido problemas de convivencia.
Por ejemplo, con los conjuntos habitacionales. En el sector hay dos: los condominios Bajo Molle y Alto Arquén, que en total viven cerca de 400 personas. En el primero reside Angélica Pezoa, integrante de una de las primeras familias que decidió comprarse una casa en este lugar, hace 10 años.
Una decisión que ha significado lidiar con la polución -contaminación dañina e intensa del aire, producida por los residuos de procesos industriales o biológicos- que este año disminuyó con la pavimentación de la calle que está al lado de sus hogares. Pero el problema sigue presente.
"Por ejemplo, el hijo del vecino Gabriel Pérez no puede venir al condominio a ver a su papá, porque llega aquí y le da alergia, que es congénita. Adultos mayores también se ven perjudicados", dice Pezoa.
En el conjunto habitacional Alto Arquén, en cambio, los más perjudicados han sido los niños, como cuenta el propietario Nicolás Patakis. "Hay dos familias que se fueron de aquí por problemas de salud de sus hijos, y que se generaron por la polución".
Pezoa recuerda que para medir la intensidad de residuos en el ambiente, recibieron, de parte de la seremi de Salud, una antena que funciona como un indicador de contaminación. "Su instalación duró dos años, dándose cuenta la autoridad que la polución nos estaba haciendo mucho daño en los pulmones".
Tanto Pezoa como Patakis, responsabilizan por la contaminación al flujo de camiones, microbús y autos, que a diario levantan polvo por las calles sin pavimentación de Bajo Molle, y al trabajo que realizan ciertas industrias como las canteras que extraen áridos y los productores de hormigones.
Las empresas de producciones de hormigones, como BSA y Melón, están conscientes de la contaminación que provocan. Por lo mismo, para mitigar los daños están aplicando ciertas medidas que han sido recomendadas por la seremi de Salud.
Melón, por ejemplo, dice que para disminuir la polución realiza un encapsulado de la planta por medio de placas de metal, huinchas de plástico y un constante riego del suelo, lo que evitaría que el polvo se esparza sin filtro cuando circulan sus camiones.
Afirma, además, que entre 2016 y 2017 instalará unos aspersores para regar, y que está evaluando la compra de un sistema de pulverización de Niebla Seca, un mecanismo que se usa especialmente en la minería para mitigar el polvo.
BSA, por su parte, también riega a diario su planta y ha formado una alianza con vecinos del condominio Alto Arquén -están separados por unos metros-, para solucionar los problemas, como la presencia de agua que se mueve por el contorno del condominio.
"(Para mejorar la relación) pavimentamos su sala de eventos, le hemos donado hormigón para trabajos en sus casas. Me comunico con el presidente del condominio para resolver los disgustos que podemos llegar a provocar", dijo el administrador de BSA.
Las canteras que extraen áridos, para la producción de estabilizados, también conocen la preocupación de los vecinos y administradores de otras empresas por la polución. Por ejemplo, según cuenta un trabajador de la cantera San Lorenzo, un encargado de unas canchas sintéticas para jugar fútbol se acercó a manifestar su inquietud por este problema.
"Una vez un encargado de las canchas vino a la cantera y nos dijo: 'Hasta cuándo tiran polvo'. Yo le dije: 'En vez de criticar, por qué no hacemos un acuerdo para solucionar este problema. Si tú tienes una moto niveladora, yo coloco el agua y así mejoramos y humectamos el piso'".
Su futuro
El Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) ha desarrollado un Plan Regulador Intercomunal (PRI) que incluye en el diseño las comunas de Iquique, Alto Hospicio y Huara, con el objetivo de conectar y regular el desarrollo físico de sus áreas urbanas y rurales.
¿Cómo afecta esto a Bajo Molle? Cuando el PRI sea aprobado por el Estado, que ocurriría a mediados de 2017, según el asesor urbano del municipio Christian Rojas, este espacio dejará de ser visto como un lugar rural y se transformará en un área de extensión urbana.
De ahí en adelante los proyectos de construcción que quieran realizarse en este sector pasarán inmediatamente a la dirección de Obras del gobierno comunal, saltándose los trámites en el Minvu y Agricultura, por esta misma condición que adquiere con el PRI. Esto significa que no tiene que haber un cambio de uso de suelo para que se construya.
Sin embargo, aún Bajo Molle seguirá siendo un terreno "inorgánico", como describe el presidente de la CChC de Tarapacá, hasta que esté listo el Plan Regulador Comunal (PRC) que está desarrollando el municipio, gracias a una inversión de 626 millones de pesos. Según Rojas, estaría disponible en el segundo semestre de 2019.
Estando lista su aprobación, El PRC ayudaría a aclarar detalladamente los usos que puede tener el suelo de Bajo Molle, intentando mantener un orden y una armonía territorial que hoy hace falta.
¿Cómo se proyecta? Según Alcázar, seguirá consolidándose como un sector industrial o mixto: "Le están pidiendo a las industrias que salgan del centro de la ciudad y vayan a Bajo Molle. Pareciera que hay una intención de las autoridades de empoderarlo de esta forma. Quizás se instalen más colegios, pero no le veo un futuro habitacional".
Rojas, en cambio, es más discreto con su proyección, y enfoca su mirada en lo que deberán hacer luego de que se apruebe el PRC. "La única manera de resolver este lugar es con bisturí, por medio del nuevo Plan Regulador Comunal. Vamos a tener que hacer expropiaciones para generar nuevas vialidades, reconectar todo y restablecer los usos de suelo. Prácticamente hay que armarlo de nuevo", concluyó.
"Bajo Molle es el resultado de la falta de un plan regulador"
Presidente de la CChC"