Vivir y morir aquí
Me gusta vivir en Iquique. Y por lo mismo quiero morir aquí tal como lo han hecho mis antepasados. Pero debo precisar. Me gustar vivir en ciertos lugares de la ciudad. Esos que por las noche me dejan dormir, aunque por el día, gimnasio e inmobiliaria hagan lo posible por alterar el paisaje sonoro caracterizado por los ruidos naturales. En la esquina de Orella con Obispo Labbé, todas las mañana canta un gallo. Tal vez el último. Hay sitios de esta ciudad que me son desconocidos y hostiles. Calles que no caben en mi cabeza, menos en mi corazón. "No calles" se podría decir al estilo francés. Más allá de la Unap me siento en otra ciudad. Soy de aquellos que cantamos del puerto hasta Cavancha.
Mis calles son de mi infancia. Y no hay vueltas atrás. Bolívar es la calle del correo con su casilla, la 823 que ya no existe, la de mi casa donde me crié. Baquedano la del Liceo y de su pedagogía inolvidable. Juan Martínez la de la 6, otra didáctica. Mis cines son esos tres y luego cuatro, donde el mundo se nos aparecía casi al instante. San Martín, la de mi tía Electra, la de los Barría y de esa inmensa plaza llena de juegos de colores que saturan el paisaje. La mía tenía cuatro columpios humildes pero efectivos. Séptimo Oriente por el norte era de los Pol y de mi tía Atlántida. Pueblo Nuevo, de mi tía Josefina. El de las ferias con olor a zapallo partido por un pequeño serrucho.
Están duras las calles de Iquique, cierto. La pasta base, el neoliberalismo y la falta de solidaridad las vació. Pero quedan como capitales invisibles pero efectivos, los clubes deportivos y los bailes religiosos. En esas dos instituciones se reproduce a diario ese Iquique que la mirada descuidada no advierte, incluso la política pública.
Me quedo en Iquique, aunque le falte mucho para ser ciudad. Le falta ciudadanos, esa cualidad que antes teníamos cuando éramos pueblo chico, que se miraba cara a cara y que tenía corazón de pino oregón.
"Están duras las calles de Iquique, cierto. La pasta base, el neoliberalismo y la falta de solidaridad las vacío.
Bernardo Guerrero Jiménez,, sociólogo"