Culto al agua
Estas dos semanas del año 2017 se han caracterizado por lluvias en el altiplano chileno, las que incluso han afectado a zonas de precordillera y nublado en pleno verano al desierto. Los ríos de las regiones de Arica-Parinacota y Tarapacá han comenzado a bajar con sus consecuencias ya conocidas.
El mundo andino recibe e interpreta a estas lluvias estivales dentro de un marco explicativo ancestral. El culto al agua entre los aymaras parte por reconocer que es ella la que da la vida, y está asociada a tres divinidades esenciales, como si fueran una tríada, Mallku, Pachamama y Amaru.
Mallku se refiere a la montaña, pero no se trata solo de un cerro, en lengua aymara cerro es collo, sino a una montaña sagrada o a un espíritu de las montañas. Mallku también es un concepto asociado al cóndor y a la máxima autoridad de una comunidad. El agua deviene desde el Mallku, allí nace la vida. El culto a Mallku es el día del compadre y se realiza en la montaña.
Pachamama, no se trata solo de la tierra, sino de un espacio/tiempo (recordemos que Pachacutec hace referencia al tiempo con la idea del gran cambio) donde florece la vida, como es lo que acontece en los bofedales, donde las personas y los animales encuentran su alimento. Por ello, Pachamama es traducida como madre tierra y su culto se asocia al floreo de llamas.
Amaru, por su parte, es el culto asociado a la precordillera, por donde circula serpenteando el agua a través de ríos, vertientes y canales, permitiendo el desarrollo de la agricultura. Su símbolo es la serpiente o el lagarto, y se asocia la fiesta de la limpia de canales.
Estas tres divinidades, como nos ha contado Juan van Kessel, forman parte dentro de la cosmovisión andina al mundo de acá o Acapacha. Tres generosas divinidades que ofrecen al agua de las montañas, los pastizales del altiplano para los animales, y la agricultura de los ricos valles y oasis. Expresan una economía recíproca y complementaria.
Desde una perspectiva más académica, como nos ha enseñado John Murra, las tres deidades expresan pisos ecológicos de una economía vertical, donde los ganaderos del altiplano pueden intercambiar sus productos con los agricultores de los valles altos, intermedios y bajos. Complementan a esos pisos ecológicos, el desierto y la costa, de pueblos lacustres, como lo fueron los camanchaca o changos.
"El culto al agua entre los aymaras parte por reconocer que es ella la que da la vida".
Sergio González Mirannda,, Premio Nacional de Historia 2014"