La catástrofe que aun azota a gran parte del centro sur de nuestro país no solo incendió y arrasó con miles de hectáreas, también destruyó cientos de fuentes laborales y destruyó miles de sueños familiares. Pero junto con el desastre anterior, la tragedia activó dos mundos antagónicos; el del odio intenso y el de la solidaridad suprema.
En 1966, J. Rotter planteó la existencia de un comportamiento diferenciado entre aquellas personas que viven asumiendo que gran parte de los éxitos o fracasos se deben al esfuerzo personal y su trabajo individual. Esto se relaciona con el grado de control que podemos ejercer sobre nuestras conductas, cambiar intenciones y lograr los resultados que queremos. Esto es el locus de control interno.
Por estos días, podemos encontrar a los representantes de este grupo en todos aquellos que ante los incendios, asumieron un esfuerzo personal de voluntariado, recolección de donaciones, sensibilización social o participaron en campañas de ayuda. Creo innecesario relevar y detallar todo el efecto positivo que lograron aquellos que incluso donaron su vida por ayudar a los damnificados. Admirable.
Pero por otra parte, J. Rotter identificó el locus de control externo. Esta es la forma de comportarse de aquellas personas que entienden que gran parte de lo que les sucede es responsabilidad de otros. Incluso cuando les ocurren hechos positivos, esto se atribuye a la suerte. La conducta típica de este grupo es pensar que las organizaciones y personas fuera de él, son responsables de su felicidad. Resulta fácil identificarlos, siempre estarán reclamando contra el Estado, empresarios, municipios, autoridades, entre otros.
Ante los incendios, este grupo se dedicó con todas sus fuerzas a responsabilizar al Gobierno, los Mapuches, los Empresarios, los parlamentarios y tantos otros, dando rienda suelta a un odio que incendió lo más profundo de la sociedad chilena. Este daño también es catastrófico, la polarización de opiniones solo generó en las redes miles y miles de comentarios de odio y descalificación, afectando el alma de nuestro país.
Ya basta de buscar las responsabilidades en otros, ya basta de quejarnos y pedir que otros cambien para nuestro beneficio. Ya es tiempo de apagar el incendio de las divisiones y el odio con un profundo cambio y esfuerzo personal. No hay otra forma.
"La tragedia activó dos mundos antagónicos; el del odio intenso y el de la solidaridad suprema".
Juan Carlos Carreño C.,, rector universidad Santo Tomás."