El Señor resucitado, cada vez que se aparece a los discípulos, les saluda deseándoles la paz; los discípulos que habían estado expuestos a tantas situaciones difíciles que necesitaban palabras de aliento y consuelo. Jesús había enseñado que El era dador de paz, pero su paz era distinta a la que entregaba al mundo, en efecto, decimos que tenemos paz cuando estamos libres de adversidades; Jesús promete la paz a los suyos independientemente de las contrariedades de la vida, su paz es capaz de mantenernos tranquilos en medio de las tormentas que nos toque enfrentar. La paz para el creyente nace de la confianza que no está solo, que hay alguien que le ama y sostiene: "No tengan miedo, Yo estoy con ustedes todos los días". Si bien es cierto que el Señor nos hace sentir su cercanía, no es menos cierto que El cuenta con nosotros para hacer palpable su amor, su fuerza, su acción salvadora. El cristiano con sus gestos y palabras hace cercano el amor misericordioso de Dios.
Hoy, hay mucha gente con miedos y temores, cada uno de nosotros quizá ha experimentado esta realidad fruto de enfermedades, soledad, fracasos, dificultades, etc. Los miedos y temores nos paralizan, nos llevan a desanimarnos, a perder la esperanza. Que bien nos hace en medio de esas realidades, una mano amiga, una palabra cariñosa, un gesto cariñoso, una compañía, los que creemos sabemos que el Señor no nos deja, pero sabemos también que cuenta con nosotros para llegar a muchos. Que quienes estamos alegres por la Resurrección del Señor, seamos pródigos en gestos y palabras que ayuden a quitar miedos, a dar esperanza en medio de las tormentas. De esta manera podremos vivir aquello del salmo: "Si el Señor está conmigo, quién contra mí. Aunque un ejército venga contra mí, mi corazón no tiembla".
El creyente permanece confiado, no porque viva de ilusiones, sino porque tiene la certeza que Aquel que venció el odio, la muerte, vive; que el amor es más fuerte y que la última palabra no la tienen ni los miedos ni la muerte sino que la última palabra la tienen el bien y la vida. Quiera Dios que nosotros los creyentes podamos proclamar y vivir esta verdad. Ayudemos a quitar miedos, a dar esperanza, a ser portadores de paz, el mundo, nuestras familias, Iquique lo necesita.
"Los que creemos sabemos que el señor no nos deja, pero sabemos también que cuenta con nosotros".
Guillermo Vera Soto, obispo Diócesis de Iquique."