Desde temprano en mi vida iquiqueña, me familiaricé con la vida de los pescadores. Mi padre y sus hermanos, Daniel y Nazario tuvieron un bote al que nombraron obviamente "Las Tres B". Esto cuando la crisis salitrera se hizo sentir en los 1930.
La caleta ahora "Riquelme" surgió de repente, pues solía acercarme a su playita para nadar. El Colorado con las redes colgadas en la playa era diferente. El muelle contaba con una pequeña grúa para subir la pesca y los botes, en alguna ocasión. Cavancha en la península estaba fuera de mi periferia marina. La fuerte herencia de los primitivos pescadores, los "changos" existió en la zona por años. Recorrían la costa de Tarapacá en sus balsas construidas de cuero de lobo marino, las balsas, formadas cada una por dos cueros inflados, cosidos y amarrados entre sí.
Fue durante la explotación del salitre cuando se hizo sentir la herencia marina. En efecto, desde que se inició la exportación salitrera en 1830, en esas balsas se transportaron los sacos de salitre desde la caleta hasta el navío embarcador. Con el tiempo fueron reemplazados por los llamados "cachuchos" y posteriormente por las lanchas maulinas. Todavía hacia el período de la Guerra del Pacífico, el salitre que se embarcaba en los puertos nortinos era llevado en balsas hasta los lanchones, cuando éstos no podían cargar en los muelles por el mal tiempo.
Ernest Hemingwall arribó a La Habana por vez primera en 1928. Había sido corresponsal de un periódico en Europa, y publicado su primera novela. Vivía en Key West donde se instaló y escribió "Adiós a las armas". Cuba atrajo su interés y allí vivió por 23 años en su Finca Vigía. Sus amigos fueron vendedores de lotería, policías, pescadores.
Frecuentó un bar restaurante de segunda clase donde se creó el coctail llamado "daiquiri" y que Hemingway ayudó a difundir en el mundo. En 1952 publica "El Viejo y el Mar". En esta breve novela de cien páginas cuenta la historia de un pescador en su lucha con un gran pez. Confesó al recibir el Nobel, en 1954: "Este es un premio que le pertenece a Cuba, porque lo concebí y escribí en Cuba con mi gente de Cojinar…" Este es un pueblo de pescadores, a siete kilómetros de La Habana.
Su identificación con el poblado, explica el sentimiento de admiración por ellos y su profesión. Como se ha reconocido, el inmenso mar y sus peligros hacen que la escritura de la novela no sea local, sino universal, pues cualquier pescador en el mundo puede identificarse con Santiago en su pequeño bote y su lucha con el pez que ha capturado. Incluso uno de la Caleta Riquelme o Cavancha.
"Cualquier pescador en el mundo puede identificarse con Santiago".
Pedro Bravo Elizondo,, Kansas"