Mujeres salitreras
Guillermo Billinghurst nos pide que no olvidemos a esos apellidos que fueron los originales en la minería del salitre, como Vilca, Tinaxas, Vernal, Loayza, entre otros, todos peruanos tarapaqueños, pero muy pronto se le unirían apellidos chilenos como Zavala o ingleses como Smith, dándole un mayor impulso con tecnología y organización del trabajo. Entre esas personas que recuerda Billinghurst menciona a una mujer: Ana Vilca. No fue la única, pero para ellas no fue tarea fácil que se les reconociera su calidad de mineras y que formaran parte del gremio de los salitreros.
También Óscar Bermúdez menciona a la viuda de Hermenegildo García Manzano, doña María Coria, debido a su persistencia por recuperar su oficina salitrera, Buen Retiro, en una lucha desigual enfrentando a empresarios poderosos como las Compañías salitreras Vicentelo y Quiroga y Colorado, de propiedad de J.T. North, el "rey del salitre". Sin embargo, ella no fue en rigor una salitrera en el amplio sentido de la palabra, hubo otras que fueron cateadoras de estacamentos y administradoras de oficinas. Por espacio, me referiré solo a una de ellas.
Con la muerte del minero salitrero Lorenzo Zavala y, luego, de su hijo menor, Juan Bautista, su viuda, Virginia Loayza, quedó como única heredera de la Parada "La Peruana" del cantón Cocina. Lo interesante de esta mujer, es que continuó expandiendo el estacamento y mejorando los procesos de elaboración del nitrato. Es así, como la viuda de Zavala solicitó para ella y otras personas 12 estacas en diciembre de 1867. También en 1868 adquirió 8 estacas a las hijas (Micaela y María) del salitrero Nazario Baltierre y Zeballos; además, 20 más de Francisco Marquesado, 30 de Melchor Loayza y 2 de Pedro Núñez. Hacia 1870, gracias a la iniciativa de Virginia Loayza, "La Peruana" se transformó en una oficina de máquina, una de las primeras en alcanzar esa categoría tecnológica. Tenía una capacidad productiva 200 mil quintales españoles anuales, ubicándola entre las más productivas. Virginia Loayza era la única mujer que estaba a la cabeza de una de las dieciocho máquinas de producir nitrato. Además, La Peruana no aparecía como propiedad de una Compañía, sino bajo el nombre de una persona: Virginia Loayza viuda de Zavala.
Cuando inició el proceso de expropiación de las oficinas salitreras de Tarapacá en 1875, Virginia Loayza debió aceptar las condiciones establecidas por la ley peruana del 28 de mayo de ese año. Entonces, ella se consideraba dueña de 64 estacas, pero el gobierno peruano solo le reconoce 52 estacas más las maquinarias y anexos, recibiendo 13 certificados serie A y 80 serie B, equivalentes a 220.000 soles. Luego, bajo el gobierno chileno, se reconocieron los certificados, no fue ella sino la Compañía Fölsch y Martin la que rescató a "La Peruana", quedando el nombre de Virginia Loayza en el olvido.
"No fue tarea fácil que se les reconociera su calidad de mineras".
Sergio González Miranda, Premio Nacional de Historia 2014."