La sencillez, humildad y generosidad que mostraba en su vida y en sus clases, fueron características personales que iluminaron sus talentos.
Hombre de otro siglo y de gran carácter, Don Jaime Vivanco Sepúlveda, hacía gala del correcto y estricto uso del lenguaje, de sus conocimientos jurídicos, cuya teoría siempre acompañaba de realidad o fantasía, para lograr cautivar -con un ejemplo cinematográfico o literario- a sus jóvenes oyentes en el aula. Logró transmitir su respeto por el ser humano, su dignidad y libertad, no solo en sus clases sino también en su actuar consecuente.
Perteneció a una destacada generación de penalistas y podría dedicar esta semblanza a su destacada trayectoria profesional, pero la valentía y determinación para perseguir los sueños son características que no caben en un currículum y a veces ni las palabras logran definir de manera justa.
Comenzaba la década de los noventa y Don Jaime, como me gustaba llamarle, para expresar mi admiración, junto a otro grupo de valientes soñadores, asumieron el desafió de fundar una escuela de Derecho en la Universidad Arturo Prat -en una época en que el derecho solo se estudiaba desde Valparaíso hacia el sur-. Este, su nuevo "viaje" académico duró para él casi dos décadas. Tal como ocurre con los desafíos, hubo críticas -no siempre justas ni bien intencionadas-, tropiezos y reinicios… sin embargo, permaneció creyendo y trabajando en este proyecto hasta el día en que -como él me lo dijo- abandonó el derecho para pagar su deuda con la literatura. Leyó disciplinadamente hasta el día en que le tocó partir.
Aquel proyecto hoy es la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Unap, en el que algunos de sus aprendices seguimos trabajando, embarcados en el mismo sueño.
Don Jaime Vivanco Sepúlveda, no solo fue profesor de derecho, sino formador de abogados, pero especialmente de personas. Merece en mi opinión -compartida por muchos- el título de maestro, pues logró transmitir valiosas enseñanzas. Estaremos siempre agradecidos de su compromiso, conocimientos y entrega para con la enseñanza.
En definitiva y parafraseando una hermosa canción, Don Jaime no permaneció y transcurrió, sino que ¡honró la vida!
"No solo fue profesor de derecho, sino formador de abogados, pero especialmente de personas".
Victoria Márquez King,, abogado, académica Unap."