Con pesar escribo mi experiencia en el día de la visita del Papa Francisco. Mi nombre es Sergio Novoa y soy profesor de la ciudad de Chillán. Con gusto y mucho entusiasmo invité a dos personas a que fuesen mis acompañantes al encuentro con Su Santidad en la ciudad de Iquique.
El viaje lo realizamos con mucho entusiasmo y emoción a esta hermosa ciudad, después de leer y ver por TV muchos reportajes de la excelente organización de este encuentro entre los fieles y el Santo Padre.
Lamentablemente hoy no puedo decir lo mismo, ya que al poco andar he comprobado con mucha pena que al parecer la excelencia no era tal. Fue decepcionante ver que muchas personas nunca llegaron a verlo ni siquiera en una pantalla gigante (ya que las pantallas estaban ubicadas y funcionando, justamente en los sectores donde nunca hubo público y donde no cumplían con su objetivo). Comentario aparte fue la salida, una vez terminada la misa oficiada por la máxima autoridad eclesiástica.
Con horror pude comprobar la falta de coordinación entre los organizadores y quienes debían colaborar en la evacuación del recinto. Considerando el calor y la cantidad de fieles, esperaba que la locomoción colectiva fuese eficiente, pero no fue así y junto a miles de personas, esperamos casi 4 horas para poder salir del lugar, sin que claramente nadie diese una explicación concreta de cómo y dónde se debía abordar los buses, colectivos y taxis que se suponía nos traerían de vuelta a la ciudad.
Con frustración, pena y mucha molestia me decidí escribir para hacer claro mi profundo malestar por la situación que viví junto a mis compañeros de viaje.
Como cristiano, es triste ver cómo se vulneran los derechos, dignidad y sueños de tantas personas, que vi molestas y decepcionadas, ya que al parecer la organización duró solo el tiempo en que el Papa Francisco estuvo sobre el escenario y después nadie se hizo responsable. Me voy con una sensación de incomodidad, decepción y frustración por lo vivido esta tarde.
Quisiera saber quién dará la cara para explicarnos qué sucedió y, que por supuesto, esta incómoda situación se hable públicamente para que no suceda nunca más en Iquique, ya que esto será un pésimo recuerdo para quienes elegimos visitarles creyendo que la organización a un evento tan importante sería óptimo y no el desastre que vivimos.
No puedo despedirme sin mencionar el importante papel que cumplieron los cientos de católicos comprometidos que en forma voluntaria ayudaron a que la misa fuese lo rescatarle de esta experiencia.
Decepcionado me despido.
Sergio Novoa Torres,
chillanejo