Jaiña celebra tradiciones ancestrales en carnaval
Habitantes vivieron una colorida fiesta que rememoró las costumbres de esta zona que se resiste a morir.
Jaiña es un recóndito pueblo que pertenece a la ecozona de Tarapacá Alto y este verano no fue la excepción a las reglas, ya que como toda comunidad originaria celebró su tradicional carnaval.
En esta oportunidad, asistieron más de 80 personas para celebrar la anata aymara, una celebración que está íntimamente ligada a la Pachamama pues le rinde culto con el propósito de pedir abundante agua para el año.
Es una de las festividades más difundidas en la comunidad andina y la realizan siete semanas antes de Semana Santa, según dio a conocer Fidela Colque, una anciana mujer que vivió gran parte de su vida en este poblado de la comuna de Huara.
Colque relató que, si bien en la actualidad hay modificaciones, la idea central va más allá del tiempo transcurrido.
"El antiguo comenzaba un sábado cuando las señoras antiguas copalaban (bendecir con brasero con carbón e incienso) las chacras; se echaban los choclos en el aguayo para llegar a la plaza donde estaban sus maridos tocando charangos. Se despierta el carnaval en la chacra".
Así comenzó este importante acontecimiento que transcurrió toda la semana y que incluyó también la típica rueda.
"Armemos la rueda sobre una granada... vamos a la calle hay mucho que ver, en aquel altito cae la nevada... es que yo contigo no pierdo mi amor", cantó Fidela partes de esta tonada que acompañan con un acordeón mientras caminan por las calles de Jaiña.
El domingo también es una jornada de fiesta pero los días más significativos son el lunes y martes. En este último, hondean la torre de la iglesia con membrillos y duraznos (frutos típicos de esta zona). Esto quiere decir que, alférez y sus invitados, lanzan el fruto hasta el arco que alberga la campana, tratando de esquivarla.
Sin embargo, esta legendaria tradición esconde un lado oscuro que no es impedimento para bailar y cantar durante todo el día y la noche estrellada que vibra al son de la música.
"Este tiempo es peligroso porque andan los condenados; se dice que se ven serpientes y sapos y que los cerros están vivos, esperando cualquier caída. La tierra está abierta para comerse a cualquiera, cobra vida por dichos días", dio a conocer Silvia Jachura, tesorera de la Junta de Vecinos de Jaiña, quien además explicó que este mito ocurre está ocurriendo el carnaval pero cuando termina ya no pasa nada.
"Si tú ves algo, es mejor dejarlo atrás, no mirarlo y no matarlo", añadió la dirigente.
El miércoles es de ceniza, por ende la festividad sigue el sábado siguiente para iniciar la víspera de tentación: arranca el cierre del carnaval.
El domingo comienza el despacho de esta actividad con el propósito de conmemorar un nuevo entierro de carnaval.
"Los carnavales, quien lo inventaría, borracho sería", se escuchó en todo el pueblo mientras subían al cerro para saludar y agradecer a la Pachamama.
"Es una tradición de mucho tiempo y la idea es despacharlo bien; se quema todo, challa, serpentina, choclos y los frutos para que la cosecha sea abundante, a la vez de agradecer a la Madre Tierra por el agua", expresó José Gárate, presidente de la comunidad aymara.
Junto a la challa, serpentinas y mucha alegría, la comunidad vivió el caturiri (rito de relevo del alférez nuevo), quien el otro año será el concejal de Huara, Fernando Baltazar, y su señora.
"Es bonito celebrar en nuestro pueblo y disfrutar de las bendiciones; nos entendemos, nadie se ríe de nada", afirmó Jachura quien sostuvo que enseña a sus hijos, nietos y bisnietos a sembrar y sobre cómo hacer las costumbres.
Fidela Colque hizo un llamado a la comunidad de Jaiña para que no pierda estas costumbres aymaras que se remontan a tiempos ancestrales y cuyo objetivo primordial era y es agradecer la abundancia de agua para la producción de alimentos.
"Es bonito celebrar en nuestro pueblo y disfrutar de las bendiciones; nos entendemos, nadie se ríe de nada".
Silvia Jachura,, tesorera de la Junta de, Vecinos de Jaiña."