Un día, un padre viendo a su hijo ya crecido le dice: "Hijo(a), ya no eres más una simple y endeble rama; has crecido y te has transformado, eres ahora un árbol en cuyo tronco un tierno follaje empieza a florecer. Tienes que darle vida a esas ramas. Tienes que ser fuerte, para que ni el agua, ni el calor o frío, ni los vientos te embatan. Debes crecer como los de tu especie, hacia arriba. Algún día, vendrá alguien a arrancar parte de ti, parte de tu follaje. Quizá sentirás tu tronco desnudo, más piensa que esas podas siempre serán benéficas, tal vez necesarias, para darte forma, para fortalecer tu tronco y afirmar sus raíces. Jamás lamentes las adversidades, sigue creciendo, y cuando te sientas más indefenso, cuando sientas que el invierno ha sido crudo, recuerda que siempre llegará una primavera que te hará florecer... Trata de ser como el roble, no como un bonsai."
Al terminar ya el periodo de vacaciones y recomenzar todas las actividades, creo que nos vienen bien la motivación de este padre. Siempre el ser humano ha aspirado a ser más, a crecer, progresar, triunfar. Las herramientas para esto las hemos recibido como un don de Dios al nacer, en los talentos que se nos han regalado; el hogar, la familia, la sociedad ha aportado otro tanto. Con el avanzar de nuestra existencia, hemos experimentado que todo crecimiento lleva consigo una cuota de esfuerzo y dolor, comenzando por el nacer, ¡qué bien estábamos en el vientre de nuestras madres, pero si no hubiéramos salido de ahí, con esfuerzo y llanto, habríamos muerto!. El avanzar en la vida con rectitud, siempre lleva consigo una cuota de esfuerzo, pero vale la pena cuando luego contemplamos los frutos alcanzados. Crecer hacia arriba, pero no olvidarnos de dar sombra y cobijo a tantos que necesitan, que el crecer no nos haga olvidarnos de tantos que buscan también el apoyo para aspirar hacia lo alto.
Desde el primer día volvamos con ese espíritu positivo, dejar de lado quejas, desánimos y aportar con la siembra de esfuerzo, alegría, generosidad, capacidad de compartir, así todos crecemos. En este tiempo de cuaresma, ante los ojos de los creyentes aparece con fuerza imagen del crucificado, de aquel que se dejó poner en alto en el árbol de la cruz, para que el hombre que fue vencido junto al árbol del paraíso, mirando hacia arriba entienda que el esfuerzo, la entrega, el perdón, el abandono en Dios, la mirada misericordiosa hacia los demás, que el sacrificio con amor, eso nos hace grandes y fuertes en el camino de la vida y con futuro de eternidad.
"Desde el primer día volvamos con ese espíritu positivo".
Guillermo Vera,, obispo de Iquique"