Cerro Esmeralda
En semana santa, como la que acaba de concluir, los creyentes iquiqueños realizan una de las más espectaculares caminatas basadas en la fe, me refiero aquella que se realiza hacia la cumbre del cerro donde está ubicada una cruz cristiana. Todas las noticias nos hablan de que se trata del cerro Esmeralda, pero en rigor es un error, pues el cerro Esmeralda es el que está inmediatamente al norte de la quebrada de Huantaca que separa a ambos cerros. El que escalan los peregrinos se trataría del cerro Aldea. Si bien el cerro Esmeralda no tendría la cruz que veneran los iquiqueños, sí nos ofrece una ofrenda también muy importante.
En el cerro Esmeralda se descubrió en 1976 -debido a un hecho fortuito- un capacocha (Qhapag Hucha) o sacrificio ritual, donde se encontraron enterradas en la cumbre del cerro dos mujeres jóvenes con atuendo funerario incaico. Actualmente, estas dos mujeres y el ajuar funerario se encuentran protegidos en el Museo Regional, después de un importante rescate y restauración de los tejidos realizado por especialistas hace algunos años. En una sala especialmente condicionada de este Museo se muestran al público los objetos y los tejidos de exquisita textura. Los cuerpos no pueden ser exhibidos, para su mejor conservación, pero se pueden apreciar en imágenes de alta calidad. Cabe destacar que son muy escasos los capacocha encontrados en borde costero, pues la mayoría ha sido hallada en las altas cumbres de los Andes. Entonces, ¿qué suceso tan importante motivó este sacrificio de dos mujeres que debieron viajar hasta la cumbre de este cerro desde el Cusco?
La respuesta más plausible se refiere a la existencia de mina de plata del cerro Huantajaya, que también está ubicado en la quebrada de Huantaca. Se sabe en la actualidad que esta mina era la tan buscada "mina del sol" por los españoles y que los indígenas de Tarapacá se resistieron revelar. Incluso, una crónica colonial registra que, encaminados a revelar esta mina, un temblor o terremoto poco antes de llegar a destino asustó a los indígenas, quedando la ubicación en el misterio. A mediados del siglo XVI, se le entregó la encomienda de Tarapacá a uno de los compañeros de Francisco Pizarro, Lucas Martínez Vegazo, que incluía la mina de Huantajaya. El periodo de auge de la mina de Huantajaya fue en siglo XVIII, dándole a Tarapacá su primer ciclo minero de importancia.
Quiero terminar esta columna, aprovechando de hacerle un pequeño homenaje a Jorge Checura Jeria, quien fue el primer especialista que registró este capacocha y publicó en la revista Estudios Atacameños N° 5.
"El que escalan los peregrinos se trataría del cerro Aldea".
Sergio González Miranda,, Premio Nacional de Historia 2014"