El trabajo artesanal en lana que rescatan las tejedoras de Camiña
Obtienen la materia prima y crean novedosos productos para rescatar el trabajo que realizaron sus ancestros.
Chalecos, bufandas, aguayos y hasta correas para guitarras son algunos de los productos que han sido confeccionados por las tejedoras de Camiña, luego de tomar la decisión de emprender en este arte ancestral que les permite obtener la materia prima desde sus chacras, teñirlas y crear diseños para comercializarlas en importantes expos del país.
Francia es el pueblo donde está ubicada la casa de Hilda Castro, la agricultura era su principal fuente de ingreso pero el tejer estaba en sus venas. Nació y se crió viendo a su abuela y madre inmersa en este arte textil que tejían para adornar sus casas y vender algunos de sus diseños a los pocos turistas que visitaban la comuna.
De esta forma ocupaba su tiempo en estas dos actividades, por un lado vendía sus frutas y verduras y por otro se imaginaba los diseños que podía hacer en sus confecciones de lana. Hasta que llegó la oportunidad de llevar estos productos de alpaca hasta Santiago y exponer en el Emporio Paula, desde ahí que "tengo más ganas de tejer", confesó entusiasmada, ya que la venta fue un éxito.
Este trabajo artesanal demanda que ni siquiera salga de su casa, las alpacas y los llamos que necesita los tiene en su terreno y es allí donde esquila, corta, lava y se pone a producir el emprendimiento que realiza cada vez con más pretensiones de difusión, algo que ya vio en la capital cuando sus clientes le compraban principalmente los ponchos grandes, indumentaria que ya comenzó a hacer en mayor cantidad porque dice ser del gusto general.
La familia de la tejedora también ocupa un lugar importante en este oficio, aseguró que "ellos saben tejer igual que yo, pero no sabían cómo trabajar, cómo entregarlos, entonces ellos aceptaron encantados cuando yo los invité (a participar del emprendimiento)", relató Castro.
El teñido
Hay otras mujeres en Camiña que si bien no se dedican a obtener la materia prima, se han especializado en ciertos momentos del proceso, y una de ellas es Malvi Morales, quien se encarga de teñir esta lana que primero lava, luego la echa a hervir con vinagre blanco y "empezamos a teñir en la mesa con jeringas, así vamos poniendo los colores y jugamos con la lana, después la dejamos secar y la obillamos", explicó.
Su trabajo también se vio reflejado en el chal más largo del mundo, una pieza de más de 400 metros de longitud y que ella misma tiñó con sus manos. "Tuvimos que teñir por grupo y un día nos levantamos a las 5 de la mañana a prender el fuego porque lo hicimos a leña, y luego tuvimos que ir al río para enjuagarlo bien", contó riendo, ya que el largo del tejido no entraba en una olla para realizar el proceso.
El trabajo ha palillo es el que más le ha sacado provecho, su primer accesorio fue una bufanda y de ahí no ha parado creando ropa y más ropa para su familia, quienes han sido su mayor inspiración para vestirlos enteros de lanas, y hasta carteras ya está pensando en tejerle a una de sus nietas con la ilusión de que este arte empape a las futuras generaciones para que no sea olvidado en el tiempo.