Las ingenieras que quieren reducir la brecha de género
Seis investigadoras del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI) participaron del proyecto Mujer e InGeniería, que busca acercar a niñas escolares a la ciencia y, específicamente, a un área tan masculinizada como la ingeniería.
Como un campo árido y masculino veía la ingeniería, hasta hace pocos meses, la alumna de tercero medio del Liceo San Juan Bautista de Hualqui, en Concepción, Valentina Venegas (17).
Una idea predominante entre las jóvenes de su edad, que no sólo se basa en la percepción, sino que tiene asidero en la realidad. Los resultados de la Prueba PISA 2015, aplicada en países de la OCDE, evidenciaron que en 16 países existe una brecha estadísticamente significativa a favor de los hombres en los puntajes en la prueba de Ciencias, mientras que en la prueba de Matemáticas la brecha en desmedro de las mujeres existe en 18 países.
El caso chileno es especialmente preocupante, pues es el tercer país con mayor brecha negativa hacia las mujeres tanto en Ciencias como en Matemáticas.
Niñas a la ingeniería
Valentina Venegas, como muchas niñas de su edad, hasta este año ni siquiera había tenido la oportunidad de conocer a una ingeniera. Eso hasta que la invitaron a ser parte del primer grupo del proyecto Mujer e InGeniería, una iniciativa de Comunidad InGenio, área de difusión del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), entidad que agrupa a un conjunto de investigadores de la Universidad de Chile y de otras universidades para generar trabajo científico en el área de la ingeniería y desarrollar soluciones para problemas complejos en los mundos privado y público.
Evelyn Nahuelhual, directora de Comunidad InGenio, fue la encargada de coordinar esta iniciativa. Para eso convocó a seis de los 58 investigadores del ISCI que son mujeres: Marcela Munizaga, Doris Sáez y Claudia Rahmann, de la Universidad de Chile, y Andrea Rodríguez, Lorena Pradenas y Rosa Medina, de la Universidad de Concepción.
El ISCI financió con ayuda de los fondos Explora, de CONICYT, este proyecto enfocado "en motivar a mujeres jóvenes en el mundo de la ingeniería", detalla Nahuelhual. "Nunca nos habíamos preocupado del tema de la brecha de género y empezamos a ver que las cifras eran súper negativas en el área de ingeniería. Por ejemplo, del ingreso de mujeres en algunas carreras de ingeniería es menos del 20%", agrega.
El piloto
Como se trataba de una primera experiencia, el primer año, 2017, estuvo dedicado a la planificación del programa y a contactar los colegios que iban a ser parte de él. Tenían que ser establecimientos vulnerables y chicas que no necesariamente fueran las mejores alumnas de sus cursos.
Rosa Medina (34), ingeniera civil industrial, académica de la Universidad de Concepción y una de las seis investigadoras que hicieron de tutoras en Mujer e InGeniería, cuenta que con la ayuda de un monitor y un ayudante, planificó un total de 13 sesiones para los cinco meses que duró el proyecto. "Definimos la experiencia que queríamos que tuvieran las chicas. Y era principalmente profundizar en el trabajo científico, mostrarles el área de las ciencias en ingeniería, que es diferente al típico científico en un laboratorio", cuenta.
"Tuvimos la oportunidad de visitar empresas y conocer la magnitud de los problemas, porque es diferente explicar en la sala a verlo en una empresa, donde se ven los tamaños y la cantidad de personas involucradas en la resolución de los problemas que estábamos trabajando", explica.
Así fue que Valentina Venegas, junto a otras 70 estudiantes de primero a tercero medio de 17 colegios de Santiago y Concepción, fue parte de esta primera experiencia del proyecto que, más allá de acercar a las chicas a la ingeniería, buscaba crearles nuevos referentes en el área y derribar ciertos mitos que persisten. La situación, sin embargo, ha cambiado.
Ingeniería para todos
Así lo ve Medina, quien cuenta que aunque cuando ella estaba en la universidad todos sus profesores eran hombres, hoy ve a muchas colegas que, como ella, optaron por la ingeniería. Algo que hoy, después de las 13 sesiones en los cinco meses que duró el proyecto, entre mayo y septiembre de este año, también quiere hacer Valentina.
Así lo cuenta ella misma, quien dice que los números siempre se le han dado fácilmente, pero que no sabía cómo encauzar esa habilidad. "Yo no conocía mucho de las ingenierías y se me dio la oportunidad de conocerlas y me quedaron gustando varias", dice la estudiante, quien destaca que este programa le permitió darse "cuenta de que no es un mundo de hombres, porque yo me imaginaba algo más estricto, pero no". En su caso, su tutora fue Andrea Rodríguez, académica del departamento de Ingeniería Informática y Ciencias de la Computación en la Universidad de Concepción."Creo que es la primera ingeniera que conozco y es súper cercana; se sentaba con nosotras a conversar, a veces no podía estar porque viaja harto, pero las veces que conversé con ella me abrió un mundo", recuerda Valentina, quien relata que "me contaba de otros proyectos, me animaba a participar".
Y es así que hoy esta estudiante de 17 años tiene claro lo que quiere hacer después del colegio: estudiar ingeniería civil bioquímica. Para ella, lo principal fue poder acercarse a la ingeniería "de forma divertida" y "conocer harto el mundo que se nos viene ahora, en la universidad".
Medina coincide en que parte del enfoque que le quisieron dar pasa porque las niñas que participaron de esta primera experiencia de Mujer e InGeniería "están en una etapa en que tal vez tienen inquietud respecto a su vocación y por eso quisimos mostrarles en qué consiste la ingeniería civil".
Si yo quiero, puedo
Después de estos cinco meses a cargo de un grupo de niñas escolares, lo que dista bastante de la que Medina conocía como profesora universitaria, esta académica está conforme. "Yo creo que les gustó", dice, y destaca que "tratamos de llevarles los contenidos de la manera más didáctica". Por eso, dice que feliz repetiría la experiencia. "Estamos mucho mejor preparadas, porque tuvimos que desarrollar material. Para nosotras, como académicas, es sembrar para que en el futuro ojalá existan mejores científicas".
Para Valentina la experiencia también fue positiva y, más allá de haber podido definir su vocación, dice que lo más valioso fue haber aprendido que "si yo quiero, puedo".
"Yo no conocía mucho de las ingenierías y se me dio la oportunidad de conocerlas y me quedaron gustando varias".
Valentina Venegas, Estudiante de 17 años"