En la actualidad los líderes de las organizaciones desempeñan su labor en entornos de mucha incertidumbre, por tanto en estas condiciones los fracasos son más comunes que los éxitos. Sin embargo, las organizaciones aún no se encuentran del todo preparadas para gestionar y aprender de los fracasos. En mi labor de asesora me ha tocado evaluar algunas organizaciones para conocer cuán preparadas se encuentran para aprender de los fracasos, en una escala de uno a diez, y es común que me respondan que se encuentran en un nivel "dos o tres".
El fracaso en sí está lejos de ser algo bueno, puede desperdiciar recursos, causar tragedias, provocar descontento, dañar reputaciones, etc. Sin embargo, no lo podemos evitar en entornos tan inciertos como los actuales y, si es bien gestionado, puede llegar a ser muy útil.
Otra forma de obviar el fracaso es adoptar el "fracaso inteligente", frase utilizada por Sim Sitkin de Duke Universitiy en un artículo muy interesante escrito en 1992 titulado "Learning Through Failure: The Strategy of Small Losses". Si una organización puede adoptar el concepto de fracaso inteligente, se transforma en una empresa ágil, que puede asumir de mejor forma los riesgos y será más hábil para el aprendizaje organizacional.
Como comentaba anteriormente no todos los fracasos son útiles, incluso algunos se deberían evitar, pero si estamos conscientes que éstos son altamente probables que ocurran en entornos inciertos, tiene mucho sentido planificar para, gestionar y aprender de ellos. Existen algunos principios que ayudan a una organización a apalancar el aprendizaje resultante del fracaso, por mencionar a algunos es la construcción de una cultura que celebre el fracaso inteligente, es decir, los ejecutivos necesitan crear un clima que motive la toma de riesgos inteligente y que no se castigue los fracasos resultantes. Otro principio interesante de considerar es convertir los supuestos en conocimiento, generalmente, la única forma de lograr mejores supuestos es poniéndolos a prueba.
Evitar el fracaso no es una opción. Si se toma consciencia de esto, las empresas se enfrentan a una elección muy simple: seguir con las mismas prácticas que limitan lo que puede ganar a partir de los fracasos o adoptar el concepto de fracaso inteligente que permite que el aprendizaje genere un valor significativo.
"No lo podemos evitar en entornos tan inciertos como los actuales".
Silvia Echeverría,, directora de ingeniería comercial de la facultad economía y negocios de la UST"