Empecemos a hablar de Patrimonio Geológico

El pasado fin de semana se conmemoró a nivel nacional el Día del Patrimonio Cultural, una celebración que desde que se instauró a fines de la década del noventa, año a año congrega a cada vez más ávidos ciudadanos en torno a las distintas manifestaciones y bienes patrimoniales nacionales. Sin lugar a dudas esta es una actividad que para nosotros los amantes de este territorio y cultura desearíamos no se limite a un fin de semana al año, pero que a la vez reconocemos como una hermosa instancia para conocer, cuidar y difundir nuestro patrimonio.

Es común que al pensar en el concepto de Patrimonio se nos vengan a la mente imágenes de arquitectura vernácula junto con ciertas manifestaciones culturales y religiosas, no obstante, también existe una dimensión natural de este la cual urge abordar, sobre todo si tenemos en cuenta una tradicional definición que indica que 'patrimonio es algo que a un grupo humano parece importante preservar para las futuras generaciones' y la contrastamos con la realidad y desafíos que enfrenta la humanidad a inicios de este tercer milenio, en un contexto mundial de grandes cambios naturales generados por la propia acción humana, los cuales, de diversas y complejas formas, comprometen nuestra hasta ahora 'apacible' existencia.

Es así como el Patrimonio Geológico, el cual se constituye por las manifestaciones naturales abióticas que componen una zona geográfica, emerge no sólo como un espacio propicio para la admiración de la belleza y riqueza geológica de un territorio, sino también como una herramienta con la cual podemos aprender de las dinámicas naturales que han visto lugar en nuestro territorio a lo largo de miles y millones de años, una ventana al pasado que nos permitirá imaginar un futuro mancomunado entre el humano y medio ambiente.

"Es común que al pensar en el concepto de Patrimonio se nos vengan a la mente imágenes de arquitectura vernácula junto con ciertas manifestaciones culturales y religiosas".

Diego Rojo Martel, Geólogo, Docente Facultad Ingeniería, y Arquitectura Unap"

Muy acertado el artículo del señor Zolezzi. Yo soy adulto mayor y vivo en carne propia las injusticias que nos afectan por no ser productivos y enfermos debido a la edad avanzada. Debo agradecer la preocupación de algunas instituciones que prestan alguna atención como los Cesfam dependientes del municipio y el hospital en algunos casos puntuales. Pero también veo con asombro que el gobierno y los políticos les limitan su acción poniendo normas que dejan sin atención a los viejos. Por ejemplo, si alguien tiene problemas de dentadura, un diente suelto, etcetera (¿Y quien no lo tiene?). El "famoso protocolo" (limitante burocrático político) pone límite hasta cierta edad, es decir 70 años. Mas allá de esa edad debe acudir al servicio comercial y lucrativo particular privado (donde un implante vale aproximadamente 500.000 pesos), es decir, toda la pensión de un jubilado y más. A los viejos nos tienen para jugar lota, ver televisión, pelar a los otros viejos en reuniones del club tomando tecito, marchar en los desfiles, bailar tango, coronar reinas, etcétera, lo cual está bien pero no hay una preocupación más profunda y vital como es la buena atención de salud, una pensión justa para vivir, y hogares gratis donde pasar los últimos años y morir cuando muchos familiares nos abandonan porque somos "cachos" y evitar problemas de atención, salvo si tenemos una pensión para ayudarlos a sufragar gastos en su beneficio. La vida de los viejos es muy triste porque hay desolación y soledad. Hay indolencia porque dejamos de ser útiles para producir sin molestar. Las necesidades abundan, si hasta parte de muchas pensiones ahorradas por largos años son "robadas", ya sea por las AFP o en descuentos injustos de salud (Fonasa) que se lleva parte de esos ahorros debiendo ser atención gratuita sin costo, al no generar ingresos por ser pasivos... "En teoría" los viejos son atendidos con preocupación por instituciones gubernamentales existentes, pero en la realidad, en la práctica, muchos sufrimos cada día en silencio y sin poder recibir la ayuda de una mano amiga y consciente que se apiade del sufrimiento y el abandono que dan los años y el deterioro físico paulatino que paraliza y nos hace dependientes. Para algunos las ficha familiar nos descarta de la ayuda social porque fuimos previsores y ahorramos un poco más y la pensión sobrepasa un poco el famoso límite burocrático de las instituciones estatales o municipales. En otras nos obligan o nos condenan a vivir muriendo en la miseria sin ayuda, sin piedad, sin atención, desechados por una sociedad adicta al consumo y el lucro desmedido.

Nelson Hurtado L.