En estos días en la Quebrada de Tarapacá celebraremos la memoria de San Lorenzo. Desde hace ya varias generaciones por estas fechas la Quebrada se llena de vida, de música, baile, encuentro de familias, plegaria y fe. Impresiona ver la cantidad de gente, y es de destacar la gran presencia de varones que llegan hasta el altar del santo para conversar con este amigo de Dios, al cual le confiamos nuestras inquietudes para que se las presente al Señor. El Pueblo de Dios siente a Lorenzo como uno de ellos y del cual podemos aprender y con el cual podemos contar para cosas grandes.
De San Lorenzo nos ha de impresionar su fe y su confianza en Dios. Nos ha de impresionar su buen humor, su alegría a prueba de martirio. Fue capaz de reírse de los que lo martirizaban, diciéndoles que le dieran la vuelta, porque por un lado ya estaba asado. Nos impresiona su amor a los pobres. San Lorenzo ha sido llamado amparo de ancianos y huérfanos, esperanza de los enfermos, luz de los ciegos, abogado de los necesitados. En ellos reconoció la presencia de Dios y los tesoros de la Iglesia.
Nos impresiona su fidelidad a la Iglesia y al Papa. "¿A dónde vas padre, sin el hijo?" dijo al Papa Sixto II, cuando el Pontífice era conducido al martirio (unos días después le seguiría él).
¿Qué tenía San Lorenzo que no tenemos nosotros? El testimonio de San Lorenzo contrasta con nuestra falta de fe, con nuestra cobardía, con nuestra falta de ilusión, con nuestra caridad tantas veces egoísta, con nuestra falta de amor a la Iglesia, con nuestro miedo para transmitir la fe, con nuestra falta de perseverancia.
San Lorenzo era como nosotros: tenía sus ilusiones, sus esperanzas, un gran deseo de amar a Dios y a los hermanos; pero, como hombre, su corazón también fue tentado por el egoísmo, el miedo, la pereza; era frágil y se sentía pequeño, necesitado y pecador.
¿Cuál fue el secreto de San Lorenzo? El secreto de San Lorenzo fue dejar que Dios entrara en su vida, lo inundara, y dejarse transformar por Él.
Ésta ha de ser nuestra tarea allá en la Quebrada, ahí bajo el calor del sol, dejar que el Señor derrita el hielo y la indiferencia que a veces albergamos en el corazón, para que transformados por la fuerza del espíritu podamos ser como Lorenzo, personas amadas y transformadas por Cristo y deseosos de hacer algo parecido a lo que el Señor hizo. El cristiano ha de querer ser otro Jesús, esto trató de hacer Lorenzo. Que en la quebrada todos nos sintamos bendecidos.
"El testimonio de San Lorenzo contrasta con nuestra falta de fe".
Guillermo Vera Soto,, obispo de Iquique"