En estos días muchos sentimientos se han manifestado en el corazón y en el actuar de los chilenos. Han aflorado rabias contenidas, reclamos no escuchados se han gritado con fuerza, ha habido graves hechos de violencia que todos hemos de repudiar, se ha experimentado la fuerza de una ciudadanía unida para expresar su disconformidad y requerimientos, ha habido también sentimientos de miedo y angustia ante hechos que parecían agravarse.
También han habido reacciones positivas: algunas medidas comenzaron a tomarse ante necesidades que ya no pueden esperar más, también va surgiendo el deseo de poder conversar, más allá de las legítimas diferencias, lograr acuerdos que benefician a todos, esto no siempre es fácil, pero es imprescindible. Frente a acciones destructoras ha habido tantas personas deseosas de colaborar para que se vuelva a la normalidad, gestos de reencuentros, manifestaciones pacíficas, tantos momentos de oración. Esperamos que de todos estos momentos difíciles que hemos pasado puedan surgir signos claros de esperanza.
El país sin duda ha crecido y progresado, pero no todos los chilenos lo experimentan así y aquí todos debemos aprender a cómo saber de verdad compartir y empatizar con las necesidades de los demás.
Los reclamos, el malestar de una ciudadanía se comienza a escuchar, pero pienso que la misma ciudadanía que ha gritado su demanda ha de ser capaz de participar en las diferentes instancias que hay en nuestra sociedad.
Cómo no desear que tantos jóvenes que hemos visto manifestarse puedan seguir asumiendo su cuota de compromiso, estudiando y trabajando de manera esforzada, viviendo con austeridad, participando, puedan ser esperanza para nuestra sociedad.
Los creyentes no perdemos la esperanza, creemos en la capacidad del ser humano de reinventarse y superar dificultades, que en este reinventarnos como Chile, Dios no quede fuera, la experiencia nos dice que cuando el ser humano se vuelve contra Dios o se olvida de Él, tarde o temprano se vuelve contra el mismo, se olvida que el que está a su lado es su hermano. Dios nos bendiga.
"El país sin duda ha crecido y progresado, pero no todos los chilenos lo experimentan así".
Guillermo Vera Soto,, obispo de Iquique"