Karina Ceballos, la profesora que mantiene vivo el sonido de un órgano de cien años
El instrumento de origen británico perteneció a una antigua iglesia Anglicana de Iquique, que fue vendida a los adventistas en la década del '50.
Quien pase por fuera del templo de la Iglesia Adventista del 7° Día de calle Orella no puede quedar indiferente ante el fuerte resonar provocado por los acordes de un antiguo órgano que es el único de su tipo en Iquique y que está en funcionamiento.
Ésta es una pieza de inmensurable valor histórico, ya que su origen data de principios del siglo XX y pese al correr del tiempo continúa deleitando con su sonido a los fieles de la Iglesia Adventista y a uno que otro vecino que no puede hacerse el sordo frente a tan potente sonido.El instrumento consta de una estructura de dos teclados, válvulas, pedales y tubos que le dan el sonido característico, además de un fuelle activado por un sistema eléctrico. Hace unos años fue sometido por expertos a una restauración.
La encargada de darle vida a este órgano y tocar cada uno de los acordes de los cultos de la iglesia es Karina Ceballos Román (37), quien vio aparecer este instrumento los primeros años de vida cuando asistía con sus padres a las liturgias. Como en su vida siempre estuvo presente la música, fue algo lógico que terminara siendo la única intérprete de este instrumento actualmente.
"Yo soy muy creyente de Dios y creo que cada uno de nosotros está destinado a servirlo de la manera más útil. Yo a través de la música puede que logre ese objetivo", dice la maestra.
Durante toda su vida se ha dedicado a la práctica del piano y todos los días se dedica a perfeccionar su técnica para poder mantener encendida la música de un instrumento traído el siglo pasado.
UNA VIDA DE MÚSICA
Karina es adventista de cuna y a los 6 años -como recuerda- descubrió la fuerza del órgano que hoy toca. En ese tiempo empezaron sus caminos en la música. De algún modo, ella y el instrumento fueron sumando años juntos.
Ella desde muy joven estudió con una profesora italiana muy estricta, quien le enseñó el rigor y el amor por el piano. A los 10 años ya tuvo su primer piano en la casa, lo que le permitió continuar su vida entre notas musicales y pentagramas.
Mientras también participaba del coro de la iglesia, le daba a un tiempo al estudio del piano en el conservatorio. Cuando llegó el tiempo del amor se casó muy joven, pero nunca olvidó su disciplina con el órgano.
Estudió Educación Parvularia lo que hoy le sirve para dictar sus clases a los niños descendientes de chinos. Ello lo conjuga con al menos tres visitas a la semana que realiza para no perder la agilidad para tocar este antiguo instrumento.
EL ORIGEN DEL SONIDO
El órgano de la Iglesia Adventista tiene un origen británico en el período que comprende los años 1901 y 1910. Es de la marca Forster & Andrews, quienes eran unos artesanos organeros al servicio del constructor británico J. C. Bishop. Ambos trabajaron tantos años para Bishop que aprendieron el rubro de la organería y decidieron armar su propia firma que llevaba sus apellidos en la ciudad de Hull, en la región de Yorkshire.
Esta gran estructura que tiene unas perillas manuales que hacen cambiar el sonido y un pedal que hace más intenso el tono fue traído a Iquique cuando la actual iglesia Adventista pertenecía a la fe Anglicana, iglesia oficial de Inglaterra.
La construcción del recinto fue pensada para que un órgano fuera parte de la iglesia por lo que fue adecuada para que tuviera un lugar importante dentro de la solemnidad de las liturgias.
El 10 de junio de 1919 Carlos B. Madge vendió a la iglesia Anglicana de Iquique, representada por James T. Humberstone ubicada en Orella en $30.000.
Años posteriores, específicamente el 8 de junio de 1959, el británico George Wood Suddaby, residente en Iquique, en nombre de la iglesia Anglicana de Iquique, vendió el terreno y edificio de Orella n°476 en $6.000.000 a la Corporación Iglesia de los Adventistas del Séptimo Día, representada por el misionero Benjamín Almonte Vera.
La adquisición del templo significó un gran esfuerzo para los adventistas, ya que debieron juntar el dinero para poder quedarse con la construcción. Y si en primera instancia pensaron no quedarse con el órgano, luego se dieron cuenta del incalculable valor que tenía.
Muchas personas estuvieron a cargo de interpretar piezas musicales durante los más de 50 años que la iglesia pertenece a los adventistas. En algunos períodos la música dejó de sonar, ya que nadie conocía la técnica para tocarlo.
Sin embargo, en esta última etapa apareció Karina Ceballos, quien con su talento y dedicación mantiene vivo a un instrumento tan longevo.
"Mi compromiso es seguir tocando el órgano, ya que si tanta gente se esforzó para que esto no muriera yo tengo la obligación que de a pesar del tiempo que tiene no se dañe y siga sonado tan fuerte como lo hace ahora", dice la músico al final de un acorde.
En él interpreta obras religiosas de Bach y también de la liturgia de su iglesia, que tiene en la música sacra una base espiritual. J
"Mi compromiso es seguir tocando el órgano, ya que si tanta gente se esforzó para que esto no muriera".