El trovador que ameniza los viajes arriba de la micros que unen Arica y Tacna
l Claudia Pizarro M.
Entre los cientos de pasajeros que se embarcan en el Terminal Internacional rumbo a Tacna, Felipe sube a la micro, acompañado de su inseparable radio portátil.
Felipe no es como el resto de los turistas. Viaja ligero. Una vez que están todos en sus asientos correspondientes, la radio de Felipe, muy vieja, pero modificada lo suficiente como para leer una tarjeta de memoria, comienza a emitir rítmicos sonidos.
"A veces pongo una base de merengue. A la gente le gusta harto también", cuenta Felipe. Dice que apenas escucha los primeros acordes, su mente despega y se convierte en un trovador moderno.
Interpreta canciones que él mismo escribe, o improvisando versos con sonidos hiphoperos, en los que los mismos viajeros son los protagonistas.
Sin saber sus nombres, Felipe les inventa una historia. Inspirado en sus vestimentas, sus gestos o sus actitudes, y con versos rápidos, el joven expresa todo su ser en tan sólo tres minutos.
Proveniente de Santiago, y a un par de semanas de convertirse en padre, Felipe Andrés cumplió el sueño de muchos, dedicarse a la música. Y lo hace con total seriedad.
"Yo me vengo puntualmente a las 7.30 de la mañana. No es que un día no tenga ganas de trabajar o tenga sueño. Me carga que las cosas sean al lote o desordenadas. Es un trabajo".
Lejos de la idea del músico bohemio, Felipe tiene una rutina estricta. El hip hop, estilo musical que no siempre ha gozado de buena fama, le toma toda la mañana.
"Trabajo hasta las 14 ó 15 a más tardar. Después voy a entrenar al gimnasio de la UTA, porque me gusta el deporte. Estudio y compongo canciones a contar de las 18 y a las 21 horas ya estoy desocupado", explica.
Sin embargo, está consciente que la rutina le cambiará radicalmente con la llegada de Sergio Fernando, su primer hijo.
"Le puse así porque me gusta, y en honor a mi papá. Él me dijo que uno tenía que hacer lo que le gustara, y ser el mejor en eso", recuerda.
Para ello, es necesario prepararse. "Uno tiene que profesionalizarse, porque la idea es ir avanzando", señala. "Por eso quiero estudiar ingeniería en sonido, para más conocimientos. Siempre es bueno", dice convencido.
Claro que la música no serían sus primeros estudios. Un breve paso por la carrera de Gastronomía bastó para entender que crear letras y melodías era su don. "Estudié cocina como tres meses. Me gustó porque era rápido, y soy bien inquieto", cuenta Felipe.
"Pero hacía demasiado calor, entre el horno y las ollas, así que lo dejé. Me sentía encerrado", dice. Sin embargo, esos meses le dejaron algunas enseñanzas. "Nunca me voy a olvidar cómo hacer la salsa blanca. Me gusta mucho y me queda bien".
En el trabajo de Felipe puede verse de todo. El contacto con la gente puede traer sorpresas. Algunas, muy agradables.
"Un día se subieron conmigo unos violinistas. Fue muy bonito, porque empecé a cantar y ellos tocaron la música", recuerda.
No fue la única vez que se llevó una sorpresa. "Me subí a una micro y me puse a cantar. Uno de los pasajeros se paró. Era rapero, así que hicimos un dúo, y la gente aplaudió mucho".
Cuenta que chilenos y peruanos lo reciben igual de bien. Luego de meses de subirse a los transportes, hizo incluso, un estudio de mercado.
"Tengo algunas canciones románticas, pero la gente prefiere temas sociales, un poco más prendidos. Pero a veces ando inspirado, y canto alguna de amor. Las escribo pensando en mi polola", cuenta.
También depende de la disposición del público. En ocasiones está tan receptivo que es sencillamente imposible dejar de crear.
"Trato de estar entre tres y cinco minutos arriba de la micro. Pero algunas veces he terminado en la bomba bencinera de la población Silva Henríquez, porque estoy tan inspirado que no puedo parar", dice riendo. "No me queda otra que tomar colectivo para venirme al terminal", asegura. En alguna oportunidad ha llegado hasta el mismo control fronterizo.
"La gente estaba tan motivada que no me podía bajar. Querían escuchar más, y me fui dedicándole versos a todos los de la micro", recuerda.
Para Felipe, el cantar en las micros no es algo nuevo. En su natal Santiago llevaba un par de meses cantando en el metro. La primera vez, se tardó una semana en escribir una canción que lo dejara contento.
"Me subí, respiré profundo y pensé que si me iba bien, entonces bien, y si me iba mal, me iba mal nomás", cuenta siempre sonriendo.
"Canté todo el camino con los ojos cerrados. Estaba muy nervioso. Cuando terminé de cantar, me fijé que había gente de pie esperando que terminara para entregarme monedas. De ahí supe que estaba bien y que tenía que seguir".
Otra forma para seguir adelante es aprender de los que saben. "He escuchado a otros cantantes que son geniales. Trato de aprender de ellos, para seguir creciendo", declara.
Explica que su cuñado se dedica a lo mismo que él, así que el talento se mantiene en la familia. "Uno tiene que prestar atención, escuchar mucho a los que saben. En todos lados hay talento, pero hay que pulirlo para que no se estanque", advierte con filosofía. Incluso, el más urbano de los trovadores, sabe que queda mucho más por aprender. J