Sonia Moscoso: tejidos para no olvidar una tradición ancestral
Dice que nació en los tejidos, pues desde que tiene uso de razón veía a su abuela y su madre trabajando la lana que obtenían de las alpacas. 'Yo empecé a tejer a los cuatro años porque para mí era algo normal', cuenta Sonia Moscoso Mamani, tejedora que rescata la cultura aymara a través de su trabajo.
Actualmente es la presidenta de la agrupación de tejedora Laira Sawary, que en aymara significa Antiguas tejedoras. Desde ahí junto a otras 70 mujeres de toda la región ha tratado de rescatar lo que dejó su cultura, tan arraigada por su familia.
Según expresa, nada del legado de su pueblo se puede olvidar, por ello labora día a día en plasmar en las lanas lo que un día sus antepasados le enseñaron.
Nació en la Laguna del Huasco, en una de las paradas que su madre hizo ahí. 'Como mi mamá andaba por muchos lugares cuidando ganado, me tocó nacer ahí, aunque mi descendencia es del Valle de Chijo, en Cariquima, y ahí me crié', indica.
Durante sus primeros años también admiró a su abuelo que toda su vida se dedicó al tejido. 'Mi abuelito era cien por ciento artesano. Él vivía de esto y se mantenía. Tenía burritos y llamas y los cargaba e iba a las quebradas como Huaviña, Mocha y Sibaya). Ahí con las demás personas hacía puros trueques. Él llevaba telas por rollos y los cambiaba por peras, maíz, trigo y otras cosas', cuenta.
Desde su mirada juvenil siempre lo vio tejer y lo admiraba por su importante labor. 'Ese es el ejemplo que me quedó de él, porque siempre vivió de las cosas que hacía con sus manos', revela.
Sin embargo, a los 10 años dejó su pueblo para ir a vivir a Pozo Almonte, y como sucede mucho entre la juventud, se deslumbró con la ciudad y dejó de lado el tejido.
Tras tener a sus hijos, hace cuatro años decidió volver a tejer. 'Lo hice porque vi que mi mamá está avanzada de edad y no puede tejer por problemas en sus manos. Aunque el doctor le dijo que no podía seguir igual lo hace', expresa.
Desde la experiencia de su madre se ha nutrido todo este tiempo, pues considera que no se puede perder todo lo que sabe, todo con el objetivo de transmitir el legado a la mayor cantidad de personas.
'Formé una agrupación en Alto Hospicio con 25 mujeres hace menos de cuatro años bajo el nombre de Wally Sawury, que significa Buenas Tejedoras', dice.
Al pasar el tiempo, la agrupación comenzó a evidenciar el abandono de los demás miembros, porque 'como el tejido es lento y no hay difusión, la gente no compra nuestros productos y eso generó que las mujeres se fueran desganando', explica. A la fecha, sólo quedan tres integrantes de la agrupación quienes continúan difundiendo la cultura aymara y sus tejidos.
Ante la situación que atravesaba la agrupación, a Sonia Moscoso le ofrecieron presidir la asociación Laira Sawury. 'Hay mujeres de Alto Hospicio, Cariquima, Colchane, Camiña, Pozo Almonte que buscamos rescatar lo que sabemos y nuestra cultura, porque somos descendencia', asevera la tejedora.
Desde noviembre del año pasado se han presentado en exhibiciones y ferias donde han llegado con sus artículos al público. Pequeñas bolsas llamadas chuspas, guantes, gorros, bufandas, chalecas, aros y collares, ruanas, ponchos y hasta cubrecamas son parte de la oferta. Todo con lana, con colorantes naturales y hecho a mano.
El proceso para hacer una pieza de lana comienza con el trasquilado de la alpaca. Luego se hace el hilado y el torcido, donde se unen dos lanas.
Posteriormente vino el telado, proceso en que las lanas se van pasando de estaca en estaca. Después se saca y se pasa por el urdimbre. Ahí recién se puede tejer.
También en este proceso es importante el teñido de las lanas. 'Trabajamos el teñido con hierbas de la zona, porque el altiplano es muy rico en colores', cuenta Moscoso.
Sobre los telares existen hasta cuatro tipos. Hay mujeres que continúan haciendo el tejido con el telar de cuatro estacas, donde el torcido es más fuerte.
Está también el telar de dos y cuatro estacas, y el telar con dos y cuatro pedales.
'A mí me gusta innovar mucho. Esa es mi labor ahora y me ha costado un poco porque muchas se quedan estancadas en algo y falta que alguien les diga que hagan algo nuevo', dice Moscoso, quien agrega que 'yo separo la tradición de las cosas nuevas, porque creo que el telar de cuatro estacas es tradicional, y porque eso no lo perdemos y lo seguimos manteniendo como se hacía antes, pero el telar de dos pedales y el de cuatro es para mí la parte negociable porque se puede innovar más y es un complemento del palillo y crochet'.
En cuanto al tiempo que demora hacer un artículo todo depende la cantidad de lana procesada. En la elaboración de una bufanda puede durar un día. Una runa o un poncho demora varios días, en cambio.
La tejedora estima que todo está en la difusión de su cultura plasmada en los tejidos. 'Me gustaría enseñarle más a mi familia porque nuestras costumbres nunca se deberían olvidar', plantea.
Sin embargo, para ella todavía le queda mucho que aprender, porque asevera que su madre todavía no le enseña otras técnicas para tejer. 'Mi mamá sigue tejiendo aunque sus manos no están bien, pero ella no lo puede dejar. Ella dice 'me tengo que morir tejiendo'', precisa.
Respecto a la cultura considera que nadie debería olvidarla y retomarla para engrandecerla. 'Muchos han dejado las tradiciones, pero me quedo tranquila porque las mujeres las están recuperando, porque las mismas artesanas están enseñando a sus hijos el legado de sus antepasados. Muchas veces pasa que los jóvenes se van a estudiar y son profesionales y no quieren volver a los pueblos. Yo creo que algún día vamos a tener que retomar lo nuestro', puntualiza.
Sobre el futuro, anhela que la agrupación tenga un espacio en paseo Baquedano para vender sus productos, además que los artículos sean reconocidos por una marca que indique el trabajo de cada artesana. 'El sueño de cada una de las mujeres tejedoras es darnos a conocer y que las cosas que hacemos salgan para afuera. Nuestro gran deseo es que una prenda vaya a otro país y que diga que lo compraron en Tarapacá', remata la tejedora andina. J