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La tradición no termina: legados siguen presentes

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Dedicaron su vida entera al servicio de la comunidad. Lo hicieron de distintas formas, pero todos poseen algo en común: su devoción por trabajar en las calles de Iquique.

Entre gritos, silbidos y cánticos, miles de iquiqueños los conocieron durante años, perfilándolos como personajes típicos de la ciudad, incluso. Y, a pesar que, algunos ya no están, su tradición perdura hasta el día de hoy, junto a personajes anónimos que desean contribuir a su permanencia en el tiempo.

No es difícil para nadie recordar el 'cuchuflí, barquillo', grito que inmortalizó Jaime Carrasco cuando vendía los ricos productos a base de harina, agua y azúcar.

Carrasco recorría las playas en verano y se ponía frente a la plaza Condell a vender los clásicos cuchuflís y barquillos que él mismo fabricaba con una máquina que ya no le pertenece a su familia.

Tras su fallecimiento, el 18 de mayo del año pasado, a causa de un cáncer pulmonar, su esposa e hijos decidieron vender la máquina rellenadora a Francisco Acevedo, un conocido del oficio.

Así lo aseguró el mismo Acevedo que, actualmente se encarga de perdurar el legado de Carrasco en los distintos sectores de la ciudad, debido a que nadie de la familia de Carrasco aprendió hacer cuchuflís y barquillos.

'Hace un año que tengo la máquina, luego que la familia decidiera venderla', comentó Acevedo, quien además especificó que su trabajo lo realiza con planchas redondas, parecidas a las sartenes.

El desarrollo de los productos demora dos horas, si se trabaja con un kilo de harina, es decir, alcanza para 400 unidades.

Con 27 años de experiencia en el oficio, el vendedor confirmó que le va bien.

'Esto es pura artesanía, me encanta lo que hago, de hecho, con mi señora estamos haciendo un cuento sobre mi labor, una cosa bien 'encachadita' para participar en un concurso literario', dijo Acevedo.

Al santiaguino que llegó en 1982 le interesaba comprar el famoso tarro que tenía Carrasco para ofrecer sus ricos productos. No obstante, admitió que la esposa del 'cuchuflí, barquillo' no quiere deshacerse del elemento.

'Me dijo que lo quieren guardar como recuerdo y es válido, lo respeto'.

Sobre el grito que utiliza para desplazarse entre la plaza Prat y Condell, Acevedo aclaró que el suyo es distinto.

'Los 'cuchuflís, los barquillos' digo cuando ofrezco en las calles', precisó el comerciante, que además sostuvo que tuvo una importante participación junto a su familia en la pasada Teletón.

Lejos de su esforzada labor, Acevedo vive un drama familiar que tiene como protagonista a uno de sus hijos, que fue atropellado.

El accidente hizo que perdiera una pierna, razón por la cual asistió a terapias en el reconocido centro de rehabilitación, que incluyó una nota documentada en el programa televisivo que transmite 27 horas de amor.

'Es un incentivo más para uno, porque uno trata de enseñarles para que ellos puedan transmitir esto a las futuras generaciones; además, no es malo aprender, es un sustento económico que sirve', manifestó el hombre que está próximo a cumplir 60 años de vida.

Tal como lo hizo Acevedo hace algún tiempo, Guillermo Martínez también decidió forjar su vida en el norte. Tras asistir a la fiesta de La Tirana, el 'afilador de cuchillos', como es tradicionalmente conocido, se enamoró de una iquiqueña y nunca más volvió a su tierra natal.

Martínez sostiene que la costumbre por afilar cuchillos la heredó de su padre y abuelo, quienes lo ejercían en La Serena y Santiago. Además, aseguró que es feliz, ya que hace lo que le gusta.

'Trabajo cuando quiero y nadie me manda', dijo Martínez sin dimensionar lo conocido que es en gran parte de la ciudad.

'Me he dado cuenta que me ubican, pero no me produce nada, no le tomo importancia; creo que mi mujer está más orgullosa que yo mismo', añadió tímidamente.

Dependiendo del cuchillo, Martínez fija el precio en $500, $700 o $1.000, siendo el afilado de tijeras lo más caro, ya que aduce que es complicado realizar el trabajo en la piedra esmeril.

Pero Martínez no trabaja solo, ya que 'Chanchito', su perro de 4 años, lo acompaña en cada misión.

'Caminamos por distintos lados y después nos vamos devuelta en micro, a pesar que hay veces que debemos regresar caminando ya que no quieren llevar al 'Chancho', relató el hombre que ocupa un pequeño rondador de PVC para llamar la atención de sus clientes.

'Sin el pitido no soy nada, ya que es la gran característica que tengo para que sepan que ando por el sector', argumentó quien se siente iquiqueño de corazón.

Con 47 años de edad, Martínez afirmó coloquialmente que trabajará 'hasta que me pueda las 'patas''.

'Mientras tenga salud y la gente me siga prefiriendo, podré trabajar; es mi pasión y quiero continuar por el resto de mi vida', agregó.

Emblemático hincha de Deportes Iquique. Así se podría definir a 'Peyuco', el rimbombante fanático celeste que vitoreaba a los 'Dragones Celestes' en cuanto duelo futbolístico que había.

Pedro Campusano, su verdadero nombre, comenzó en la época del setenta cuando todavía se jugaba en el ex estadio Cavancha. Con el pasar del tiempo, los 'banderazos' que realizaba previo a los partidos se trasladaron al estadio Tierra de Campeones, donde su alegría y entusiasmo contagió a grandes y pequeños.

Así lo recordó su hijo, Marco Campusano, quien aún guarda recortes y artículos de periódicos de la época sobre su padre.'Era muy conocido, la gente lo quería mucho, decían que el que no conocía a 'Peyuco' no conocía a Iquique y así fue', expresó el primogénito que ahora ejerce como guardia de seguridad del recinto deportivo cuando juega Iquique. J