Es una fantasía recurrente y manoseada: tener relaciones sexuales en un paisaje acuático. Los amantes sueñan con un acto sexual excéntrico en medio del mar o en una piscina o bajo una cascada. Sin embargo, el sexo acuático, declaran peritos en la materia, es realmente muy poco erótico. Y, al contrario, presenta peligros severos.
En primer lugar, tener una relación sexual en el agua anula el poder del condón. El agua hará que el preservativo pierda su eficacia. 'Se vuelve poroso y puede llegar a romperse', confirma el sexólogo español José Moncada. Por eso se recomienda ejecutar la penetración fuera del agua.
Un segundo aspecto negativo del sexo acuático es que el cuerpo queda a expensas de una infección bacteriana. El agua, sea de mar o de piscina, está infectada. Es un campo de cultivo para los parásitos y, en esas circunstancias, con el organismo exponiendo sus zonas más sagradas, el contagio es inminente.
Otro punto que no resulta conveniente se relaciona con la lubricación. Y aquí se produce una paradoja: en el transcurso del sexo acuático, pese a que es un ámbito plagado de agua, internamente el cuerpo se pone más seco. 'El agua dificulta que el sexo sea fluido', afirma Moncada. E incluso más: como se producen sequedades en este tipo de relaciones marítimas, suelen aumentar las irritaciones.
Lo cierto es que, pese a estas contundentes advertencias, practicar el sexo en el agua sigue dominando el ámbito de las fantasías eróticas. El agua es un elemento vinculado a la vitalidad. Se presume que un acto sexual en un escenario de ese tipo, aumenta el líbido o el matiz artístico del orgasmo. El acto se convierte en arte. Además, implica salir de la rutina. Renovar la sensualidad. Y etcétera. Pero, técnica y biológicamente, todo indica que la cama sigue siendo el lugar ideal . J
