Los felices 100 años de Haroldo Quinteros
El mundo estaba marcado por aires bélicos. La crudeza de la Primera Guerra Mundial cobraba sus primeras víctimas mientras que en Chile, se promulgaba la 'Ley de la Silla' que obligaba a las fábricas e industrias particulares a tener un asiento para sus trabajadores.
En medio de esta realidad nació Haroldo Quinteros Salazar, un 29 de agosto de 1914.
Se crío en San Fernando, en una rural e irreconocible Sexta región, pero llegó a los 17 años a la Tierra de Campeones y comenzó a trabajar en las salitreras.
'Nos vinimos a Iquique para educar a los hijos y resultó bien porque yo era obrero solamente, pero después tuve una profesión. Llevando una vida tranquila y soportando las consecuencias del tiempo, educamos a los tres hijos y los tres son profesionales. es el orgullo grande que tengo yo, siendo un obrero pampino. El esfuerzo de uno lo puede todo. Seguir adelante, prosperar, tener un poquito de visión para hacer las cosas. Eso ha sido todo, y ahora estoy gozando de una vejez feliz alrededor de mi familia.'
Mientras juega brisca y comparte un vaso de vino con su hermano Guillermo, de 90 años, Haroldo explicó que jamás imaginó llegar a cumplir cien años y confesó su secreto.
'Qué idea iba a tener de llegar a esta edad. Yo conozco muchos viejos que a los 75, 80 años, ya pierden la memoria. Sin embargo yo, no he perdido la memoria... Yo creo que influye en esto la alimentación que tiene uno desde chico. A nosotros nunca nos faltó la leche, sobre todo'.
El ex trabajador del salitre explicó que es difícil dimensionar el inmenso cambio que tuvo la ciudad en su centenario. Reconoce los importantes avances que tuvo Iquique, sin embargo, también confiesa que esta evolución trae aún parte negativa.
'Ha progresado mucho. Empezó después que pararon la salitreras, con las fábricas de harinas de pescado. Después la Zofri y ahora las minas. Es una provincia muy rica, la más rica de Chile... Iquique era una ciudad muy bonita, la gente dormía con las puertas abiertas. Los vecinos se cuidaban unos con otros, y ahora que no se puede salir a la calle solo, porque la delincuencia está. Así como viene el progreso, vienen los malos también. Antes no, todos eran como hermanos.'
Pese a que poco tiempo atrás hubo un sismo de gran magnitud, Haroldo se mantiene sereno y no se alarma con que pueda venir un nuevo terremoto.
'Hemos soportado el clima, los terremotos, como estas casitas son de madera no les pasa nada. La gente ya se está aclimatando, se sabe que acá en el norte las placas tectónicas son débiles, sabemos que habrán más terremotos. ¿Qué vamos a hacer nosotros? No nos podemos oponer a que hayan terremotos, eso viene solo. Lo que hay que hacer es tener un poco de coraje no más y saber cómo asumir cualquier circunstancia.'
Su familia destaca la bondad que siempre demostró. 'Una vez pillé una fila de quince personas afuera de la casa, y después me di cuenta que mi abuelo le estaba dando desayuno a todos', cuenta una de sus nietas.
Mientras recordaba sus primeros momentos en la ciudad, instantes familiares, Haroldo siempre llegó a la misma conclusión, hoy es feliz y orgulloso con todo el camino recorrido.
'La vida de 100 años que yo he pasado, no la encuentro larga, fíjese. Palabra que es cierto. Sufrimos, en las buenas y las malas, en partes bien en partes mal y así se pasa la vida. Hay muchos que son ricos y de la noche a la mañana caen también. Otros que son pobres y se levantan con su esfuerzo. De todo hay en el mundo querido amigo'. J