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El show del gásfiter que hipnotiza lobos marinos

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El domingo es el día "peak" de público en la caleta de pescadores de Antofagasta. Los que pasean por el borde costero de la ciudad aprovechan de pasar para servirse un ceviche, ir en búsqueda de la famosa y rara moneda de quinientos pesos en la feria de los anticuarios, o comprar verduras en la Feria Modelo cercana al sector. Pero hay otros que derechamente se levantan temprano sólo para ir a ver a un hombre y sus mascotas.

La gente lo ve de lejos, y se amontona en la baranda de contención que separa la caleta del mar, porque saben que lo que verán será increíble. Gerardo Galleguillos (39), viene caminando hacia el mirador con un balde en la mano. Vestido con unos bluyines y una polera, Gerardo pega un solo grito.

-¡Oooooop!- grita el hombre del balde nuevamente levantando la mano, y el lobo se levanta- ¡Pancho, ven!- le vuelve a gritar. Pancho, el lobo marino recibe en retribución unas cabezas de pescado de la mano de Gerardo. La gente aplaude.

EL DOMADOR

-Yo era guachimán, el que cuida los botes para que no los roben. Los botes tenían cocina, de todo- dice.

Un día, se dio cuenta que los seis lobos marinos que llegan a la orilla le empezaron a reconocer la voz y a seguirlo. Se acercó uno de ellos, el Pancho.

-Si tú los atacas, sí. Si le demuestras cariño y amor, es igual a un hijo. Fue de a poco, con paciencia, hasta que me acerqué.

Gerardo conoce completamente a los seis lobos y a su regalón, el Pancho. Todos parecen iguales, pero Pancho, el macho alfa, tiene una mancha blanca detrás de la cabeza. El Cabezón se puede diferenciar porque es el más grande. Y todos le hacen caso. "No es que le tire pescados, si me conocen la voz", insiste el hombre del balde.

EL DON

-Cuando recién lo conocí, luché contra él para que no hiciera lo que estaba haciendo, por el daño que hacía- cuenta.

El extraño don de Gerardo comenzó a hacer que los lobitos pasaran de animales silvestres a animales domésticos. Guerra explicaba que si los lobos se acostumbraban nunca iban a cazar solos, y que las tortugas que estaban en la poza histórica se iban a morir. Dicho y hecho: las tortugas se murieron.

Enojado, el biólogo marino fue a increparlo a la misma caleta. Discutieron una infinidad de veces, preocupándose Guerra incluso de la salud del domador de lobos, porque en cualquier momento el Pancho o sus amigos podían desconocerlo y pegarle un mordisco. Sin embargo, él continuó haciendo su show.

-¡Esta es la voz mía, la del masteeeeeer!- se ríe Gerardo al lanzarle comida a Pancho, su amigo.

Don Juan Hidalgo, el pescador, se apoya sobre la baranda para mirar el espectáculo de Gerardo. "Esto es súper bonito porque a él le hacen caso nomás", cuenta. Históricamente, la relación entre lobos marinos y pescadores ha sido más bien de odio más que de amor.

-El pescador le tiene mala a los lobos, le rompe las redes y les come el pescado cuando van saliendo- dice Hidalgo, quien dice no haber conocido nunca un domador de leones. Recuerda que una vez alguien lo intentó, pero casi le salió caro- No hay más, porque uno se tiró a hacer una gracia y le mordió la mano.

LA CONTAMINACIÓN

Así fue que Gerardo se hizo amigo finalmente del biólogo Carlos Guerra. Rivales en un principio, Guerra comprendió que él lo hace solamente para ganarse unos pesitos. "Tiene un don, un carisma, y ha logrado que los animales lo reconozcan visualmente, cosa que es bien interesante", dice. Además, ambos están preocupados de la contaminación de las aguas nortinas.

-Me gusta la fauna a mí- vuelve a reiterar Gerardo- lo que no me gusta es que nosotros mismos estamos destruyendo la fauna. Los niños chicos van a apreciar la fauna como era antes- dice.

¿Qué va a hacer a futuro?, le consulta La Estrella.

Dice que una vez unos franceses vinieron a buscarlo para hacer una película sobre la vida silvestre, pero quedaron de volver a verlo y nunca regresaron. El profesor Guerra le recomendó que pida una audiencia con la alcaldesa para que tenga un espectáculo autorizado, así como el Show de los Lobos en Iquique. "Pero falta alguien que lo dirija, alguna empresa, no sé"

-Mire, si pueden saltar, le toco la mano para abajo a los lobitos, y se agachan. Yo puedo hacer entretención para niños chicos, es el don que Dios me dio- dice Gerardo, el domador- ¡Ven Pancho, ven!... ¿Quedaste loco ah? ¡Tú sabes quién soy yo, el máster, el namber guan!- se ríe.

Termina el espectáculo. Los aplausos se acaban y la gente le da unas monedas a Gerardo. Por la tarde regresa a su población y a veces, lo encuentran en el Unimarc de la Lautaro, con un par de pesitos en la mano gracias a su show. Como el mismo lo dice, es el máster, el "namber guan", el mágico. ¿Si quién más puede domar lobos marinos así?. J