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El difícil camino para conseguir una educación más inclusiva

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El diagnóstico es bastante claro: 'En Iquique no hay inclusión ni colegios que puedan atender a nuestros hijos', coinciden siete padres pertenecientes a la Agrupación de Familiares de Niños y Adolescentes del Espectro Autista -más conocida como Afanea- que reúne a 18 socios, cuyos hijos tienen entre 2 y 34 años.

Desde que conocieron qué trastorno tenían sus hijos comenzaron un camino lleno de incertidumbres y esfuerzo que nunca los ha abandonado. Peregrinación por varios colegios en busca de una matrícula, búsqueda de profesionales idóneos que dicen no encontrar e incluso esconder el diagnóstico de sus hijos, son solo algunas de las cosas que han debido sufrir para que ellos puedan recibir educación.

Dicen que dentro de la agrupación cada niño es diferente y por ello deben recibir atención personalizada. Sin embargo, expresan que el punto en común es que no hay nada para ellos.

'Acá no hay gente capacitada para atender a nuestros hijos. Puede ser el mejor colegio de Iquique, pero si no tiene los profesionales idóneos vamos a seguir siendo agrupaciones de padres que buscan darle una mejor vida a sus hijos', dice Andro Acosta, perteneciente a Afanea.

Una situación parecida vive Eliana Torres, madre de un niño de 5 años con TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo) que busca ingresar a 1° básico.

'La única opción que tienes es acceder a un colegio particular subvencionado, porque los cupos de los municipalizados están llenos, porque tengo más de los puntos necesarios en la Ficha de Protección Social', cuenta Torres, quien agrega que visitó cinco colegios en busca de educación. Hasta hoy su hijo está en lista de espera, mientras que los otros niños ya saben en qué colegio irán el próximo año.

Aproblemada por la educación que recibirá su hijo también está Alejandra Varas, quien es madre de un varón de 6 años. Afirma que incluso tuvo que esconder el diagnóstico de su pequeño (TGD) para que pudiera ingresar a una escuela de lenguaje.

Con el pasar del tiempo se dio cuenta que ese no era el camino correcto y llegó a una especie de colegio en que los alumnos aprenden las materias de forma libre para dar exámenes reconocidos ante el Ministerio de Educación.

No obstante, al no encontrar un profesional de la educación que ayudara a avanzar a su hija, Alejandra decidió dejar de trabajar para ir a clases con él.

'Luego de acompañarlo un año completo, decidí que tengo que acompañarlo otro más. Yo no soy la persona más idónea para trabajar con él, pero lo puedo incentivar porque no duerme en clases como antes, y aunque sea media hora trabaja a ', cuenta angustiada porque no sabe si tendrá que seguir postergándose para educar a su hijo.

Caminos pedregosos para que sus hijos aprendan también encontró el Centro Cultural y Social Asperger Iquique que integran 28 niños desde los 3 a los 18 años, cuya presidenta, Susan Valdivia, dice que en el aspecto escolar encuentran poco apoyo en los proyectos de integración.

'Si bien en los proyectos PIE (Programa de Integración Escolar) la subvención es el doble, los cupos son limitados. Se supone que hay dos cupos para niños con síndromes permanentes y tres para los niños con síndromes transitorios, pero esas vacantes se hacen pocas'.

Según expresa, la problemática la viven los padres de los niños que no pudieron ocupar un lugar en un colegio. 'Además cada vez hay menos colegios con PIE. A ello se suma que los particulares subvencionados tienen que elegir si siguen con estos proyectos por la reforma educacional', enfatiza.

Susan Valdivia tiene bajo su tutela a su sobrino de 16 años al que se le diagnosticó Asperger. 'Él va en el Colegio Kronos y puedo decir que está recibiendo apoyo, pero no pasa lo mismo en otros establecimientos'.

La presidenta de la agrupación además hace notar las dificultades que tienen los niños con capacidades especiales en las pruebas estandarizadas a nivel nacional, porque 'no están adecuadas con respecto a algunas temáticas que ellos no logran manejar. Eso los confunde y por eso hay menos inserción escolar o no catapulta su ingreso a la universidad'.

Según dice, para que la inclusión sea real en las aulas chilenas se deberían revisar las mallas curriculares de las carreras del área de la educación.

En la región existen 63 establecimientos educacionales que todos los días realizan en sus aulas el Programa de Integración Escolar (PIE), cuyas adecuaciones educativas permiten que los niños y jóvenes con necesidades especiales reciban enseñanza.

Uno de esos casos es el que se registra en el colegio Castro Ramos, que recibe en sus aulas a 117 estudiantes con necesidades educativas especiales.

Clement Marín, coordinadora del equipo -compuesto por 3 psicopedagogos, 5 profesores, un kinesiólogo, fonoaudiólogo y psicóloga- cuenta que bajo su tutela tienen a alumnos con trastorno motor, déficit atencional, dificultad específica de aprendizaje, trastorno específico del lenguaje (TEL), rango limítrofe, déficit intelectual y déficit intelectual leve y trastorno del espectro autista y un alumno con baja visión. Ocho de ellos van a clases en silla de ruedas.

Agrega que el proceso de aprendizaje para los niños que participan del PIE es largo y lleno de pasión para que salgan adelante.

La psicopedagoga comenta que no hay real incentivo en las universidades y a veces en los colegios para trabajar con niños con necesidades especiales. 'La inclusión ya está instalada, al menos en los colegios públicos, y creemos que trae muchos beneficios, pues cuando los niños tienen la oportunidad de trabajar con otros diferentes a él lo hacen más empáticos y tolerantes'.

Otro caso de inclusión está en la escuela especial Los Tamarugos perteneciente a Coanil, que recibe a 132 alumnos distribuidos en trece cursos en que se separan cuatro niveles.

El establecimiento busca proyectar a sus alumnos (entre los 2 y 26 años) en el área vocacional a fin de que se incluyan en la vida laboral. 'Este año vamos a tener a 15 chiquillos haciendo prácticas laborales. Hay jóvenes trabajando en un centro de diálisis, en un restaurant, en una librería. Tenemos a otro alumno que está haciendo clases de zumba en un gimnasio y a dos niñas cuidando guaguas en una sala cuna', cuenta María José Eguiluz, su directora, quien agrega que mejoró la llegada con las empresas debido al trabajo de sensibilización que se ha realizado. J