Si bien hoy en día las leyes para los automovilistas que conducen bajo los efectos de esta droga, se han endurecido, podemos asegurar que aún faltan estatutos más drásticos para evitar muertes y pérdidas irreparables en accidentes. Las víctimas de estas tragedias han sufrido, muertes, mutilaciones severas y shock por traumas y secuelas psicológicos que han afectado su vida y la de sus seres queridos. Sólo por la irresponsabilidad de aquellos bebedores que insisten en conducir con un par de copas de más.

Este tema de la conducción en estado de ebriedad ha sido un tópico que ha estado en la agenda de muchos gobiernos y autoridades. Sin embargo algunos automovilistas insisten en que pueden manejar sus vehículos con altos grados de alcohol en su cuerpo. Hay que dejar en claro que ninguna campaña está de más si se trata de reforzar el mensaje de que si va a beber y pasar un rato de entretención, no conduzca.

Deje el auto en casa o ande en locomoción colectiva o particular. Por ejemplo hay grupos de amigos dónde salen cinco personas y uno de ellos es el responsable de manejar y asume el hecho de no beber, mientras los cuatro restantes si lo hacen.

Muchas de las tragedias automovilísticas que han ocurrido en el país, han sido protagonizadas por adolescentes y en muchos casos sin licencia de conducir. El llamado de atención es también para los padres, ya que poseen la responsabilidad de no facilitar las llaves del auto para los carretes juveniles.

El alcohol es una de las drogas legales que más se consume en Chile.

En las primeras etapas de consumo se experimenta euforia y felicidad, sin embargo esta sustancia es un depresor del sistema nervios central. Los denominados alcohólicos sufren un verdadero calvario ya que su exagerado y adictivo consumo los lleva a un estado dónde pierden trabajos, su vida familiar y social.

Uno de los medios para prevenir accidentes y adictos a esta droga, son las campañas educativas que deben iniciarse desde en seno familiar y ser reforzadas en los establecimientos educacionales, que en conjunto deben trabajar con las entidades del estado. Es así cómo podemos evitar tanto accidente de conductores bajo los efectos del alcohol.

Para nadie es un misterio que el Puerto de Iquique es fundamental en el desarrollo regional, ni tampoco la necesidad de que éste mejore su infraestructura.

Hoy en día solo dos de los cuatro sitios que posee el terminal iquiqueño cuentan con la infraestructura adecuada y que es necesaria para recibir embarcaciones de última generación.

Además, los daños por el terremoto hacen que los sitios licitados del terminal marítimo sean los únicos que estén recibiendo carga y si bien estos generalmente recibían más del 85% de la carga total, de todos modos ahora ésta se incrementó al total del movimiento.

La transferencia de carga llegó a 195 mil toneladas en 2013, con un aumento de un 44% respecto al 2012. Lo anterior, principalmente por los embarques que aumentaron un 108% en igual periodo.

Según la empresa ninguna embarcación ha dejado de ser atendida debido a los daños en el puerto y las reparaciones estarán en poco más de 3 años listas, plazo inferior a los 4 años que demoró la reparación del terminal de Talcahuano, tras el terremoto del denominado 27-F.

Son obras de gran magnitud y si bien es deber de las autoridades locales presionar para que se ejecuten lo antes posible, tampoco se trata de abanderarse con posturas populistas que solo consiguen dañar la imagen del puerto y la ciudad.

Es de esperar que las obras del puerto se ejecuten según los tiempos estimados y que pronto se dé a conocer si es que se optará por una nueva licitación en la ampliación o finalmente las obras quedarán en manos de la estatal.

También se habla de la competencia que existe con los puertos peruanos y como estos ofrecen un servicio más económico que podría terminar por hacer caer al terminal local.

En este sentido, si bien son posturas bastante viscerales, es necesario una revisión de las ventajas comparativas que tienen los terminales del norte y también de las que ofrece un sistema franco que se ve cada vez menos competitivo con un modelo de libre mercado donde los aranceles están lejos de ser los de la década del '70, cuando fue creado para potenciar el desarrollo regional.