Secciones

Tesoro humano vivo quiere un taller para que

E-mail Compartir

Es el único que sabe el arte de crear bandolas aymaras, arte que aprendió viendo a otro maestro a los 18 años y del cual no se separó más, convirtiéndose en una extensión de lo que es su persona y personalidad. Pero así como a Nemesio Moscoso se le suman años, para la creación de bandolas aymaras existe una cuenta regresiva, ya que no hay nadie que sepa esta artesanía como él la realiza.

"Soy la única persona que hace estos instrumentos en Chile, ya que nadie más trabaja en esto en este momento. Mis hijos recién están aprendiendo pero le falta mucho para hacerlo bien y no quiero que este arte muera", dijo Moscoso.

El hombre, que este año fue reconocido como Tesoro Humano Vivo por el Ministerio de Cultura (gracias a acoger normativa de la Unesco para quienes transmiten tradiciones), así como también por su entrega al rescate de la cultura ancestral por el Indap, manifestó que si bien está feliz con los premios que le otorgaron, aún cree que se debe trabajar para mantenerlo.

"A mí me gustaría que más gente aprendiera a hacer bandolas; me gustaría tener un taller para poder enseñar y realizar de mejor forma estos instrumentos, ya que en La Tirana, donde vivo, lo hago en un galpón, peor no están las condiciones necesarias. El clima levanta polvo y eso afecta al barniz y al trabajo que se realiza. Con algo más cerrado y especialmente dedicado, podría hacer clases y que la gente interesada también pudiera construirir sus instrumentos", explicó el artesano.

Lo anterior, a pesar de la poca demanda que existe de la bandola, pues en el año sólo se venden entre 6 y 12 de estos instrumentos, por lo que para subsistir también ayuda a su señora, quien rescata los tejidos que aprendieron en sus lugares de origen.

"Usted comprenderá que con esto no se vive, por la poca venta, pero a mí me gusta hacerlas y también estoy contento de lo que aprendí de mi tierra. Soy del pueblo de Chijo, del altiplano chileno. Me crié allí y a los 18 años aprendí a trabajar en las bandolas, que se ocupan mucho para el floreo del ganado. Eso, porque viajé donde el maestro que las hacía en el pueblito de Huara y como eran cuatro los instrumentos que le pedí, me puse a ver cómo los hacía, porque me tenía que quedar hasta que los terminara y me puse a verlo. Después, lo hice en mi casa y me salió parecido, después fui perfeccionando el estilo", expresó Moscoso.

En un principio, había mucha demanda, pero esta comenzó a disminuir, por lo que Nemesio se trasladó a Pozo Almonte y luego a La Tirana a vivir, lugar en el que actualmente reside junto a los instrumentos y la madera de raulí que consigue hasta la actualidad en Maderas Chile, su proveedor desde que comenzó con el arte de las bandolas, hace 50 años o más, puesto que no recuerda muy bien el exacto comienzo de su afición.

Así pasa los días con sus herramientas, cuando le encargan un instrumento, pasa siete incesantes días de trabajo, para que quede perfecto, con todas las líneas, formas, sonidos. "Eso lo llamo la voz. Debe tener buena voz el instrumento, sino, no sirve. Aparte que el proceso es medio lento, porque todo se hace con cola fría y hay que esperar a que se seque para poder comenzar con otra etapa de la construcción del instrumento".

Hasta el momento, uno de los hijos de Nemesio Moscoso es el que está más interesado en continuar con el trabajo, claro que le falta toda la experticia de su padre.

"Se supone que cuando yo deje de trabajar, él seguirá con la tradición, cosa que me gustaría mucho, pero ¿si no pasa o a él le sucede algo? Eso es algo que me preocupa. Aunque estoy tranquilo en este momento, pues la juventud se muestra interesada en aprender", finalizó. J