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Las manos que sienten lo que sus ojos no ven

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Una cosa le carga de sobremanera a Ashley Villarroel (26). Ella nació con el síndrome de Peter, una rara enfermedad que le provocó una malformación en los ojos. De esta forma, con un ojo no puede ver nada, y con el otro puede ver apenas el 10%. No es que le moleste tener la enfermedad, sino que detesta que la tengan como la "pobrecita" por tenerla.

-No me gusta el "pobrecita". Me carga cuando dicen "mira, la cieguita". No me gusta eso. Uno es ciega o disminuida visual, pero no cieguita ni pobrecita. Nosotros podemos hacer muchas cosas, cosas que una persona que ve no puede hacer- dice tajante.

Sentada en una silla de mimbre, afuera de la oficina donde ofrece servicios de masoterapia y auriculoterapia, Ashley está contenta y plena. Con 26 años ya tiene su propio negocio, el que atiende diariamente hasta las cuatro de la tarde. Dice que comenzó a dedicarse a esto desde que descubrió que puede sentir otras energías. "Cuando hago masajes puedo sentir cuando una persona está contracturada solamente con las manos", dice.

- ¿Te duele si aprieto aquí?- pregunta. Ante la negativa, sigue apretando hasta que llega a un punto sensible. El grito del periodista indica que es ahí donde tiene que trabajar. Toma dos pequeños imanes con forma de pelotita, y los pega en un punto de cada oreja. La idea, es que con apretones tres veces por día durante dos semanas, vuelva el centro energético al punto indicado.

LAS MALAS ENERGÍAS

Con el ritmo del mundo moderno, es súper fácil pegarse las malas vibras. Éstas se pueden traducir en cualquier cosa: si usted tiene stress, si lo patearon, si pasa enojado, si tiene mucha pena. Ashley es capaz de sentir esas energías, y trata de ayudar equilibrándolas. Por eso, una vez al mes, realiza una alineación de chakras (A saber: según los hindúes, el chakra es un centro de energía ubicado en nuestro cuerpo. Tenemos seis).

-He sido capaz de atraer las energías universales para traspasarlas a las personas con las que estoy trabajando. Eso es muy lindo. Pero tienes que limpiarte, alimentarte bien, tomar mucha agua, porque vas a trabajar con energías de otras personas, tienes que pedir a tus ancestros y a la tierra que te provea de energía.

Ashley cuenta que no es llegar y hacer la alineación de chakras. Las energías son pesadas, y por eso las hace una vez al mes, de forma grupal. La sesión dura dos horas (ver recuadro) "y tienes los resultados altiro", cuenta. En el tiempo que lleva haciéndolo, ha visto gente llorar, con ganas de ir al baño, o con la cara llena de espinillas. Pero en fondo, ella explica que esos efectos secundarios son el golpe previo a la sanación. La masoterapeuta dice que hay un tratamiento específico para cada persona. Todo personalizado, para obtener el equilibrio.

DISCRIMINACIÓN

A medida que uno conversa con Ashley, ella deja entrever que su discapacidad visual nunca fue tema. Su infancia la pasaba en bicicleta, arriba de patines, o se tiraba en carretones en calles altas de la Villa Las Condes. "No me privaron de nada, y por eso soy tan independiente", dice.

El único problema fue la enseñanza media. Ella iba en el B-13, y sentía que todo el mundo le tenía mala. Sus compañeros le reclamaban delante suyo que le regalaban las notas. Naturalmente, Ashley debía dar pruebas especiales con una tipografía más grande, pero los amiguitos pensaban que era una ventaja. Así, la aislaron, y ella tenía que juntarse con otra compañera para todos los trabajos.

Fue en una clase de Consejo de Curso cuando estalló. Repartieron las notas de una disertación y Ashley se sacó un siete, mientras que a las compañeras les pusieron un 6. Alguien dijo que la nota era regalada, y comenzó el debate. Ashley no aguantó y los subió y los bajó.

-Tenía rabia, impotencia- recuerda -Habían sido dos años, en primero y segundo medio en que me trataron como el forro…

En el B-13 había una "casa de resiliencia", dirigida por la psicopedagoga Sonia Espinoza ("Que fue como un ángel conmigo", recuerda Ashley). Niños con sus mismos problemas de soledad, con papás alejados, comenzaron a hacerle compañía. Se unieron tanto que hasta ahora siguen carreteando cuando pueden.

-Sufrían de todo, pero eran resilientes. A pesar de tener tantos problemas, querían salir adelante- dice.

Ashley recuerda la Casa de Resiliencia del B-13 mientras aplica en la espalda del periodista un aceite para masajes. Pasa sus dedos delicadamente sobre su piel. "Estás muy tenso", dice. Normalmente los masajes que realiza para relajarse duran una hora, e incluyen hasta las piernas.

Una vez, llegó un cliente a su oficina pidiendo relajar algo más que sólo la espalda. Molesta, Ashley le pidió que pagara el masaje o iba a llamar a Carabineros. El tipo comenzó a molestarla después por Facebook, por Whatsapp, y hace poco insistió con un mail.

-Imagínate, en el diario hay chorrocientos avisos de mujeres que hacen masajes eróticos. ¿Porqué el gusto de ir donde no lo hacen? Pero son gajes del oficio… uno tiene que ser fuerte de carácter, porque o si no, te pasan a llevar.

Ese mismo carácter firme la llevó a estudiar Psicopedagogía. Congeló, pero está motivada a seguir en el futuro, "porque no me gusta dejar las cosas a medias", dice. Ahora, está enfocada en su futuro: hacer un spa, tener su propio centro de cosmetología, una familia, hijos, una casa… "y mantenerme joven como siempre", ríe.

UNA CIUDAD INCLUSIVA

El masaje finaliza y el masajeado se siente como nuevo. Mientras se vuelve a poner la polera, Ashley dice que no le ha complicado el andar por la ciudad, a pesar del 10% de visión que posee, pero que la ciudad definitivamente no es inclusiva con quienes tienen problemas mayores al suyo.

-Hay amigos que se han caído hasta con bastón. La ciudad no está hecha para los ciegos, porque cuando uno lo es, uno tiene que aprender a caminar, a usar el tacto con los pies.

En Antofagasta hay avances en materia de inclusión, como los semáforos en Prat que emiten un sonido para que puedan circular. Pero no todos los semáforos de la ciudad tienen este sistema, y hay lugares peligrosos, como Maipú con Latorre, donde es un peligro cruzar incluso para quienes pueden ver.

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