Enroques en la municpalidad
Al igual que un tablero de ajedrez, en la alcaldía de Iquique se decidió realizar varios cambios en las direcciones municipales. El objetivo del cambio está por verse pero las rozones generan dudas.
Al igual que un tablero de ajedrez, en la alcaldía de Iquique se decidió realizar varios cambios en las direcciones municipales. El objetivo del cambio está por verse pero las rozones generan dudas.
La congestión vial en Iquique no es un tema nuevo. Mucho se habla de los grandes problemas que tiene la ciudad respecto al tráfico y la gran cantidad de vehículos, pero vemos que poco se hace por mejorarlo.
La Presidenta Michelle Bachelet, la semana pasada dio a conocer un informe que situaba a Iquique y Santiago como las ciudades más congestionadas, hecho paradojal, sobre todo por las dimensiones de ambas ciudades.
Este informe está acompañado de medidas que deberían comenzar a generarse en todo el país con el fin de buscar ciudades más amigables, sin embargo el problema para los que viven en Iquique es un tema bastante añejo y que no ha encontrado solución, independiente de la autoridad de turno.
Hoy vemos como se construye un nuevo par vial, en las calles Bulnes y O'Higgins, que permitirá ser una vía de comunicación entre oriente y poniente de la ciudad, proyecto que nace en el anterior gobierno de Bachelet, pero que hoy recién comienza a tomar vigor.
Pero en lo práctico y pese a que existe otro que se construyó en las calles Arturo Fernández y Juan Martínez, no han sido la solución que muchos esperaban. Si bien no están terminados, ya que falta la conexión en calle Las Cabras, la gran cantidad de vehículos estacionados en el lugar no han permitido que esta solución vial aporte todo el potencial para el que se creo.
La seremi de Transportes, ya previó lo que sucederá si es que no se toman los resguardos y solicitó al municipio que se incrementen las fiscalizaciones en el actual par vial, con el fin de erradicar la cultura de estacionar en el lugar, antes de entregar el que está en ejecución.
Este hecho que pudiera no ser significativo, da en el clavo respecto a lo que se necesita para cambiar la situación vial. Por un lado se requiere la voluntad política y por el otro un cambio cultural del iquiqueño. Para que el primero esté completo, es necesario urgente la modernización del sistema de locomoción colectiva y por el otro que los usuarios asuman que para estacionar en el centro de la ciudad hay que pagar un costo.
Para cambiar el panorama es necesaria la voluntad de todos.
Desde la altura de uno de los pocos edificios que ha podido colarse en el sector: observo el barrio.
La fachada de casi todas las casas es estrecha, aunque el largo se proyecta hasta mitad de cuadra notándose tal disposición en la mayoría de sus manzanas.
Si alguien quisiera edificar no bastaría con comprar una sola propiedad, la delgadez de una sola casa e incluso la de dos, ya sea por el lado o el patio trasero colindante no lo permitiría. Tal disposición del espacio sumada al apego de los vecinos por su terreno hace difícil que alguna constructora pueda entrar por aquí. Gracias a ello las casas del morro han podido defenderse del progreso, permitiendo que aún se pueda transitar por el barrio olfateando tradición en vez de concreto.
Casi todas sus callecitas finalizan en Baquedano o la playa, y al entrar en el sector la energía contenida por una antigüedad que se mantiene jovial se apodera de uno. A sus pobladores se les percibe ese orgullo, aunque también una depresión alegre cuya dialéctica no consigo descifrar.
Son festivos, quizás en un afán de sentirse menos tristes, y cuando se trata de celebrar no debe haber nadie más que los supere.
Las viejas calles se repletan de banderines, el mar se puebla, las botillerías no descasan y por la vereda cada vecino le aporta su color a la tradición carnavalera. Son varios días de fiesta bajo un sol que todavía es el de verano y su costumbre le permite al morrino mantener la estampa que lo caracteriza.
La ciudad se lo permite, y como no si en algún sentido le debe casi todo; se alegra con ellos. Actividades de todo estilo y un desfile informal termina sonando en las calles, aquí no hay uniformes ni bandas de guerra, sino más bien disfraces, carcajadas y una musicalidad que canta libre hasta que el Mono se quema.