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Oficios de antaño aún están vigentes en Iquique

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Sea por transmisión de conocimientos o necesidad económica, e incluso la suma de ambos, Oscar Araya, Hermes Valverde, Ricardo San Lagos y Víctor Pavez adquirieron de muy jóvenes aquellos oficios de antaño que, pese a la competencia y la aparición de nuevas tecnologías, aún se mantienen vivos en la ciudad.

Al abandonar la plaza Arturo Prat y subir por la calle Thompson, un pequeño letrero avisa la oferta del servicio de reparación de calzado. Al interior de una vivienda color celeste se encuentra Oscar Araya, un hombre de 66 años cuyas manos ponen en manifiesto la labor que realiza.

Cuando tenía 26 aprendió el oficio que por necesidad comenzó a ejercer en la localidad minera Potrerillos (Atacama), tras no obtener un puesto de trabajo en la actividad extractiva.

Recuerda que fue una tía que residía en Iquique quien lo animó a trasladarse a la ciudad donde llegó con el sueño de convertirse en contador, sin embargo, al parecer en su destino estaba escrito ser a zapatero, dado que no pudo realizar los estudios. "Fui a buscar trabajo a una reparadora de calzado que estaba donde ahora se ubica la carnicería Santa Martha. Allí retome mi trabajo como zapatero", precisa.

Confiesa que el ingreso de importaciones de calzado sintético generó el decaimiento del negocio. "A fines de los 80 cuando llegan estas importaciones cae el negocio porque al ser más baratos, conviene comprarse otros que hacerlos arreglar", detalla el zapatero al ejemplificar que mientras un par de sandalias alternativas cuestan siete mil pesos, cambiarle de suela tiene un valor de $10 mil.

Mientras repara un par de color negro, comenta que actualmente en un buen día de trabajo puede atender a 20 clientes logrando ingresos de aproximadamente 250 mil pesos mensuales.

Reparación DE RELOJES

Subiendo por la misma calle Thompson al llegar a Barros Arana, se aprecia un anuncio de una relojería de propiedad de Hermes Valverde, un iquiqueño de 69 años que heredó de su padre el oficio de mantener los relojes a la hora.

Fue a los 17 años cuando comenzó en el aprendizaje y ejercicio de la relojería y desde entonces no abandona esta labor que ahora comparte con su hijo Esteban de 33 años, quien lo acompaña en su local para poner en funcionamiento aquellos bienes que llevan sus clientes.

"Entre los años 60 y 75 habían 4 ó 5 relojeros en Iquique, pero el negocio comenzó a caer en el 85 porque cualquiera comenzó a cambiar pilas a los relojes cuando eso no es lo único que se hace", dijo Valverde quien remarca que para ser relojero se requiere tener buen pulso, además de dedicación y amor por este trabajo.

A más de medio siglo de ejercer el oficio, Valverde no sólo repara relojes de mano sino también de pared e incluso mantiene operativo el reloj de la torre que se ubica en la plaza Arturo Prat. En tanto intentó hacer lo mismo con el de Pisagua, sin embargo, por falta de piezas le resultó imposible refaccionar.

BRILLO AL CALZADO

Para quienes a diario transitan por la plaza Arturo Prat quizás notaron la presencia de dos lustra botas.

Uno de ellos es Ricardo San Lagos quien desde hace 21 años se dedica a dar brillo al calzado de cuanta dama y varón camina por el lugar y requiere su servicio.

Aunque tiene cierta dificultad para hablar, la emoción de compartir su experiencia hace que se esfuerce por contar que él heredó el trabajo de un familiar y desde siempre se ubica en el mismo lugar.

Cobra 1.000 pesos por lustrar botas y $500 por zapatos, logrando en su mejor día recabar 30 mil pesos, en tanto en el peor de los casos retorna a casa con 5 mil pesos.

"En marzo es más trabajo, hacen fila para que les lustre los zapatos", dice el trabajador quien a sus 61 años afirma con alegría que en algunos momentos "le faltan manos" para trabajar.

Con las palmas teñidas de betún, coge la escobilla y mientras lustra un par de zapatos negros a un cliente asegura que su oficio aún se mantiene vigente por aquellas personas que se preocupan por lucir un calzado impecable, en especial, al dirigirse a sus centros de labores. "Los hombres son los que más vienen, las mujeres no tanto", precisa el lustrabotas.

FOTOGRAFÍA Instantánea

En esta misma céntrica plaza de Iquique se encuentra Víctor Pavez un fotógrafo quien a sus 60 años no se cansa de llevar consigo una cámara para retratar momentos especiales de ciudadanos locales y turistas.

A lo lejos ofrece sus servicios a quienes pasan por la Torre del Reloj y junto a él se observan grupos de personas fotografiándose con sus celulares, lo que demuestra que la tecnología disminuyó la demanda del servicio de fotografía instantánea.

Recuerda con nostalgia que fue a los 9 años cuando aprendió de su abuelo el oficio que años después le permitiría ser el sustento de su hogar.

Narra que tras su primera experiencia ayudando a su abuelo a sacar fotos en una plaza de Chillán, donde ocupaban dos caballitos para retratar a los niños, fue a los 17 años cuando se insertó en este trabajo que hasta la fecha no abandona.

Si bien el uso masivo de tecnología como cámaras digitales y celulares hizo que la demanda por sus servicios decayera, Pavez también la supo aprovechar al adquirir una pequeña impresora con la cual, en apenas minutos, logra obtener la fotografía digital en papel por la cual cobra dos mil pesos. J