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Alcohol y conducción

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La puesta en marcha de la llamada Ley Emilia, hace unos meses, y el nuevo marco establecido por la Ley Tolerancia Cero Alcohol que lleva poco más de tres años, parecen no haber sido suficientes para disuadir a quienes aún mezclan la bebida con la conducción.

Nuestra ciudad ha sido testigo de cómo se han registrado lamentables accidentes, incluso fatales, en los que se han visto involucrado conductores de vehículos motorizados que han estado manejando en manifiesto estado de ebriedad, o por lo menos, sin contar con todas sus capacidades debido a la influencia del alcohol.

El Diario "El Mercurio", dio a conocer cifras nacionales que hablan precisamente del aumento de accidentes y fallecimientos a causa de accidentes en los que ha estado involucrada la ingesta de bebidas alcohólicas. De acuerdo a la nota periodística, en 2013 hubo más de 73 mil accidentes de tránsito con 1.623 fallecimientos, mientras que 3.981 de estos accidentes se relacionaron con el alcohol, superior a lo que ocurrió en 2012, cuando se registraron 3.100 accidentes que estuvieron caracterizados por la mezcla alcohol y conducción, año en el que se iniciaron los controles más severos para hacer cumplir la entonces nueva ley de tolerancia cero. El informe que presenta la nota de prensa da a conocer un aumento aún más considerable para el año 2014, con 4.576 accidentes en donde la bebida estuvo involucrada. Pero más allá de las precisiones estadísticas, no deja de llamar la atención la frecuencia con la que aún se conoce de accidentes en los que especialmente conductores han consumido alcohol. También se ha vuelto costumbre el que conductores que han protagonizado accidentes huyan del lugar del siniestro, en ocasiones, presumiblemente por haber bebido.

Todos estos hechos muestran la necesidad de seguir reforzando los controles policiales para evitar que aquellos conductores y conductoras que se han acostumbrado a beber y conducir, se transformen en un peligro de muerte no solo para ellos, sino que también para terceros.

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Que duda cabe, la economía chilena está pasando por un mal momento; y de preocupante inestabilidad producto de una serie de improvisadas reformas. Desde luego, la tributaria provocó un gran desequilibrio porque gravará al sector privado para incrementar los ingresos fiscales, con fines de una redistribución social -cuya efectividad altruista está por verse-, dando la sensación que los aumentos de tributos lo pagarán las empresas y los ricos; cuando por el contrario sabemos que estos costos, inestabilidad económica incluida, casi siempre lo pagan las personas y afecta a las más pobres.

El agravante es que dichas reformas, sus discusiones y aprobaciones se fraguaron en nefastos ambientes de antiguos esquemas de lucha de clases. Afectando y contagiando de paso a toda la sociedad en su conjunto: trabajadores y sus familias.

En consecuencia, la confianza de los inversionistas está seriamente afectada, y hace que se detengan o reduzcan muchos proyectos. Con todo, cae la inversión finalmente. Y para ser justos, digamos que una parte de esta caída obedece a una baja demanda interna y a la pérdida de competitividad en el ámbito internacional.

En el plano regional el asunto no es diferente, más bien es peor. Ya se nota la caída de la minería y de la construcción entre otros. Y la zofri ya viene sufriendo hace tiempo por una abusiva administración centralista, reformas administrativas, alza de tarifas y leoninos contratos; no olvidemos que más del 75% de su capital es fiscal.

No hay peor clima para un inversionista que sentir que su aporte no es reconocido ni valorado. En muchos aspectos se tiene la sensación de estar retrocediendo y no se aprecia de las autoridades un esfuerzo decidido para trabajar por un destino común. Que decir de la falta de estrategias para desarrollar la región. Da la sensación de que nuestras prioridades fueran distintas, de que fuéramos de mundos distintos y peor aun, hacer como si todo estuviera bien.