Las historias de abundancia y ocaso en la ventas de las pescaderías del Mercado
La esencia del pescado, sus colores y formas son lo primero que llaman la atención de quienes visitan las pescaderías del Mercado, tan típicas y acogedoras desde su histórica fundación.
A lo lejos, y tan cerca una de otra, es posible observar sus nombres. "Tío Pedro", "Piquinine", "El Chunchito" y "Daga", letreros que dan la bienvenida a los compradores.
Hambrientos felinostambién son parte del escenario en el que Enrique Pérez ha trabajado por más de 23 años de su vida.
Llegó desde Curicó con su maleta llena de sueños, luego de trabajar en una bodega vitivinícola en su juventud.
En ese entonces, su hermano trabajaba en la salitrera Victoria, razón que lo entusiasmó para llegar hasta el norte, donde sí "había trabajo en abundancia", relató Pérez.
Él no conocía los pescados. Pero, a pesar de ello, consiguió ser ayudante del "Tío Pedro", quien le enseñó las técnicas para filetear.
"Empecé con Pedro Ahumada y fue él quien me abrió las puertas para empezar en el rubro. Me tiraron a los leones prácticamente porque no sabía nada y lo más difícil fue aprender a filetear", recordó Enrique con melancolía quien menciona la época de oro que vivió el pescado en Iquique, cuando el lenguado, la corvina, sanpedro, pejeperro y el congrio eran la sensación entre los comensales más experimentados.
"Es indudable que los peces están en extinción y esto se debe a que las empresas se llevaron los pescados más grandes y además la gente que recolecta el huiro está influyendo en esto, porque los peces se están quedando sin comida", precisó el comerciante.
Debido a esto, los locatarios deben revender pescados provenientes de Tocopilla, Chañaral, Caldera y Pisagua.
Además, Pérez aseguró que la reineta es uno de los pescados que más consume y busca la gente.
Sin embargo, y con el pasar de los años, el hombre confidenció que ya no trabaja con tanto esfuerzo como antes.
Si antes comenzaba a laborar desde las 7 horas, ahora lo hace desde las 8 horas y solo hasta las 15 horas, porque la misión de criar a sus hijos está cumplida.
Con 23 años de trayectoria, logró que sus hijos fueran profesionales y actualmente ejerzan como ingeniero, doctora y enfermera.
En estos días, Enrique apoya y trabaja en el puesto de la señora Irma porque ella está enferma. Por ello, dice que trabaja a 'medias', mientras ella vuelva a laborar.
Otro de los que está en el negocio hace muchos años es Luis Ponce.
"El Alianzino", como es conocido por todos por su procedencia de la salitrera Alianza, comenzó cuando tenía 18 años, en 1973.
Al igual que Pérez, su pasión por el mar nació gracias a sus hermanos.
"Cuando comenzaron a despedir en la oficina, mi hermano mayor se puso con un puesto y otro hermano también terminó viniéndose a Iquique (...) en esos años comencé como ayudante, pescando con arzuelos", declaró Ponce quien además detalló que su hermana, cuñada y sobrina también trabajan en lo mismo.
Pescar no era lo suyo y Ponce lo reconoce. "Siempre trabajaba desde muy temprano, pero era solitario estar arriba de un bote", así que me aburrí y preferí vender".
Los años no vinieron en vano y "Luchito", como también lo llaman, nuevamente quiso hacer otra cosa, como cocinar, su afición favorita.
"Sé cocinar de todo, así que eso me ayudó a salirme y entregar colaciones a las personas; claramente ganaba más porque el pescado no daba más", dijo.
Respecto a esto, coincidió con Pérez al decir que la gloria del pescado en Iquique ya no era la que todos alabaron en algún momento.
De hecho, la reineta de Lebú es la más vendida.
Estuvo cinco años fuera de la pescadería, cuando el vecino de la población O'Higgins decidió volver a sus andanzas de joven.
"Volví y vine para quedarme. Ya no me muevo más de aquí", sostuvo.
Desde niño
A los 12 años, Mitchel González tal vez sea uno de los más pequeños en comenzar a trabajar en las pescaderías.
Con más de 30 años de experiencia, "Michael" se defiende al decir que eligió el oficio porque "no me gustó estudiar (...) mi mamá me mandó y no le hice asco".
Al igual que sus colegas, no desmienten que la venta va a la baja, no se preocupa, pues tiene otras entretenciones en que ocuparse.
"Soy un telemaniaco y me encanta ocupar el internet para jugar damas, dominó y cartas", vociferó mientras fileteaba sus pescados.
El "Michael", como lo apodaron por el cantante estadounidense Michael Jackson, exhibe sus tatuajes y pelo largo sin tapujos, siempre está lanzando bromas, según los otros locatarios.
"Acá son más ordinarios, les gusta molestar todo el día y decir muchos piropos a las mujeres (...) no los puedo ni decir", aseveró entre risas.
En el caso de Manuel Pérez dejó su trabajo como técnico en electricidad en Victoria para emprender una nueva vida.
Así llegó a trabajar como ayudante y hace 12 años que posee su local.
"Vi transcurrir la vida útil del pescado y ahora veo su ocaso, pues ya no hay pescado en la costa. Y la reineta la traen desde Lebu", contó Pérez quien también afirmó que las semanas santas ya no son como antes.
la aprendiz
Sin años de experiencia, hábitos, ni costumbres, Heinrich Otárola tomó la determinación de ponerse el delantal y tomar los cuchillos para aprender el oficio de su padre.
Hace un mes que reemplaza a Nelson Otárola en el puesto que mantiene hace 17 años.
"Mi papá tomó las primeras vacaciones de su vida, yéndose al sur, y como yo estaba sin obras quise apoyarlo", precisó la joven que es prevencionista de riesgo.
Con este panorama, Otárola explicó que quedó sorprendida con todo lo que conlleva la actividad.
"Me llamó la atención porque nunca lo había hecho antes y llamar a los clientes ha sido difícil porque la mayoría tiene su clientela", relató Heinrich respecto a su labor. J