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A 70 años del naufragio que conmovió a Iquique

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Hace 70 años, Iquique escribió una de sus historias más tristes. Con horror los habitantes de la incipiente ciudad se enteraban de la muerte de 147 personas tras el incendio del vapor "Mapocho" que trasladaba pasajeros y carga hasta Guayaquil.

La ciudad completa acompañó a las víctimas en sus velorios y las despedidas finales fueron multitudinarias.

El 20 de marzo de 1945 es recordado por muchos antiguos iquiqueños como el día en que sucedió una de las mayores tragedias marítimas del siglo XX.

El profesor Eduardo Benítez Soto (78) nunca olvidó la tragedia, y aunque en ese período era muy pequeño, desde su mente infantil logró entender el naufragio del vapor y su relación con la muerte.

Siete décadas después quiso traer al presente la historia de ese desafortunado viaje para rendir un homenaje a las víctimas.

EL DÍA MÁS TRISTE

Según la remembranza de Benítez, el martes 20 de marzo de 1945 en la madrugada se escuchó la sirena de incendio. Uno de los hechos recurrentes de Iquique siempre han sido los incendios y eso preocupa a los vecinos.

Como siempre los habitantes de la ciudad salen a las calles o se suben a los techos para ubicar el siniestro. "Eso es lo que hizo mi padre y yo a su lado. Él miró toda la ciudad, que en ese tiempo llegaba por el sur hasta Cavancha. Luego observó en la penumbra de la madrugada que a través de los cerros del norte donde está Punta de Piedra y las Dos Hermanas se veía un resplandor rojizo en el perfil de los cerros", rememora Benítez, quien agrega que pensaron que se estaba quemando la basura cerca de playa donde quedaba el botadero municipal.

Al salir a la calle, específicamente a Sargento Aldea con Arturo Fernández, los demás vecinos comentaban sobre el origen del fuego. Unos decían que tal vez se estaba quemando nuevamente Caleta Buena, pero les parecía raro porque allí no quedaban casas. Luego otros, concluyeron que el resplandor provenía desde el mar, por lo que presumieron que se estaba incendiando un barco.

Cuando el día comenzó a aparecer, la radio "Esmeralda" difundió la noticia de la tragedia a primera hora. El locutor contó que había naufragado un buque cargado de salitre que iba rumbo a Perú, y además recordó que el 28 de febrero de ese mismo año el Buque Escuela "Lautaro" corrió la misma suerte.

Más tarde las autoridades dieron la información oficial: El vapor "Mapocho", un antiguo barco de 110 metros de largo con capacidad de 289 pasajeros y con bodegas de carga para 1.152 toneladas que llevaba salitre a Guayaquil, se incendió a las cinco de la madrugada y luego se hundió a la cuadra de Caleta Buena a 35 kilómetros al norte de Iquique.

Apenas se escucharon las llamadas de socorro que lanzó el vapor "Mapocho", zarparon desde Iquique las lanchas de la Gobernación Marítima, las naves y faluchos pesqueros de El Colorado, de El Morro, de Cavancha, de Pisagua y de la misma Caleta Buena.

Las cifras dieron cuenta del horror, ya que murieron 70 pasajeros y 77 tripulantes, sumando 147 personas fallecidas.

HÉROES Y SOBREVIVIENTES

Los barcos que acudieron al auxilio y las numerosas embarcaciones pesqueras salvaron de las aguas a muchos náufragos que estaban a punto de perder la vida, muchos de ellos heridos y quemados. También hubo que recuperar del mar a las personas fallecidas. "Iquique nunca olvidará las labores de rescate que realizaron nuestros marinos y pescadores", destaca el profesor Eduardo Benítez.

Entre los datos aportados por el recopilador de la historia surge la historia de María Ruth Glasinovic Hernández de 22 años de edad y su madre llamada Olga Hernández Figueroa, quienes viajaban a Lima para comprar el ajuar de novia de su hija. Ambas fueron rescatadas por un bote pesquero.

En medio de la tragedia también surgen anécdotas. La señora Olga se puso el chaleco salvavidas al revés y tenía el pelo chamuscado. Su hija, por su parte, perdió su pijama al caer al agua y el pescador que la rescató inmediatamente la vistió con un saco que usaban para guardar el pescado.

Asimismo, el profesor revela que un tripulante del vapor repartió chalecos salvavidas, pero entregó uno por cada dos personas, pues no habían más. En ese momento María Ruth decidió entregárselo a su mamá, porque ella sabía nadar.

Al día siguiente, este hecho salió publicado en el diario "El Tarapacá", haciendo que toda la ciudad se conmoviera al saber que una hija hizo todo para salvar a su madre.

CON OJOS DE NIÑO

Eduardo Benítez al momento de la tragedia tenía 8 años, pero es un recuerda que perdura en su memoria.

Junto a su padre, un conocido boticario de la época, acudió al cuartel de la Compañía de Bomberos de Zapadores N° 8, que estaba ubicado entre las calles Juan Martínez con Tarapacá, lugar donde velaron los restos de algunas de las personas fallecidas en el naufragio.

Luego de saludar al director de la bomba, entraron al cuartel y en silencio contempló el velorio. "No recuerdo muy bien, pero debo haber visto unos veinte ataúdes negros en fila de dos en dos. Al fondo del salón vi otros 10 ataúdes blancos más pequeños", cuenta Benítez.

El silencio era acompañado por murmullos y sollozos, -dice el profesor-, mientras los bomberos en uniforme de parada saludaban a la gente y los acompañaban a los distintos ataúdes ayudando a colocar al pie de cada difunto los ramos de flores y coronas.

"De pronto mi padre me pasó un hermoso ramillete de flores blancas y otros bomberos en sus uniformes rojos entregaron a niñas y niños ramos y coronas de flores blancas. En esa procesión, que avanzó lentamente escoltada por los bomberos hasta el lugar donde estaban los niños muertos, con mucha emoción dejé a los pies de una personita la ofrenda floral", relata Benítez, quien añade que quiso traer al presente esta historia porque la tiene muy adentro del alma, además toda la tragedia le dio un sentido a la palabra condolencia, pues es mucho más que un simple decir. J