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Pandillas y bandas, el límite de la organización criminal

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"Gato", así prefiere ser reconocido, quien durante su juventud formara parte de las pandillas iquiqueñas.

El hombre, cuya historia le permite hablar con categoría sobre la aparición y evolución del pandillaje, cuenta que todo se originó con un joven llegado desde la comuna de La Pintana en Santiago. La primera pandilla iquiqueña fue "Los Moonwalker" a fines de los ochenta, cuando apareció la película de Michael Jackson. "Usaban los mismos gorros", cuenta "Gato". Así se diferenciaban, junto con pedir dinero en las esquinas. Cuando se dividió, nació "Los Moonchiry".

Según datos de la última Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana, Enusc, realizada por la Subsecretaría de Prevención del Delito en 2014, la principal causa de la delincuencia en los barrios del país se debe a la falta de autoridad policial (36,8%) y en segundo lugar, la presencia de pandillas y grupos peligrosos (8,4%)

En 2013, la misma encuesta arrojó que en Tarapacá, el 44,3% de los consultados consideraba que la falta de presencia policial era la principal causa de la delincuencia residencial y el 8,9% la existencia de pandillas.

La directora ejecutiva de la fundación Paz Ciudadana, Catalina Mertz, reconoce que la literatura sobre pandillas es escasa, aunque hay algunos estudios que demuestran la relevancia que tienen.

"Los últimos estudios de seguridad de Naciones Unidas, indican que la preocupación de los chilenos, en cuanto a la existencia de pandillas, es relativamente alta en comparación con otros países de Latinoamérica. Cuando uno le pregunta a los chilenos, cuál es el principal problema de seguridad entre pandillas, crimen organizado y delincuentes comunes, alrededor de un 20% dice pandillas", asegura.

BANDAS

Según Paz Ciudadana, y a partir de datos recopilados por Carabineros, en Chile habrían 150 grupos organizados con cerca de dos mil miembros en total.

Sin embargo, no todas las pandillas tienen relación con ilícitos y tanto autoridades policiales como especialistas coinciden.

"Hay que tener cuidado, no cualquier grupo juvenil entra a la categoría de aquellas pandillas que debieran preocuparnos", aclara Mertz.

El año pasado, el comandante Luis Alberto Fres, jefe del Centro de Análisis y Operaciones de Drogas e Investigación Criminal, Caodi, llegó a la ciudad desde Santiago para hacerse cargo de la unidad, la que comprende desde Arica hasta La Serena con sede en Iquique.

Para el uniformado hay una clara diferencia entre pandilla y banda criminal. "La pandilla pueden ser personas que se unen sin cometer delitos graves, quizás por ahí un par de desórdenes públicos, beber en la vía pública o participar en riñas", indica.

Luego, según su clasificación, vendrían las bandas, grupos que ya están unidos con la finalidad de cometer delitos, para después escalar a un tercer pilar, el de las organizaciones criminales.

El comandante Fres reconoce que no hay gran cantidad de bandas en la región, pero si algunas que ya estarían debidamente identificadas, desarticuladas y bajo investigación constante.

El año recién pasado y con la creación del Caodi, el general director de Carabineros, Gustavo González, incorporó en Iquique la sección OS-9, que investiga el crimen organizado.

"Gracias a este trabajo hemos detenido a integrantes y cabecillas. También se ha extraído armamento bastante peligroso. Entre septiembre y febrero ya hemos recuperado tres subametralladoras que estaban en poder de estos grupos", agrega.

Conducta DELICTUAL

Las bandas no actúan solas, ya que los grupos criminales pueden tener aliados. "Algunas bandas se complementan y salen juntas a hacer delitos. Mientras uno sabe conducir, el otro sabe usar armas. Se conocen en barrios, discoteques, fiestas, son amigos o tienen lazos familiares y si no hay confrontación, terminan ligados", cuenta Fres.

Claudia Mertz, de Paz Ciudadana también considera que el crimen organizado tiene una lógica diferente. "Cuando una pandilla tiene control territorial, mientras más miembros mejor, pero cuando hay jerarquía es distinto, lo que se desea es la menor cantidad de personas involucradas, con el fin de reducir el riesgo de la operación ilícita y no llamar la atención", dice.

Para Carabineros, el crimen organizado adquiere otra dimensión. La lógica tradicional de combatir la delincuencia uno a uno, un delito, un detenido, ya no es funcional.

"Cuando a una banda le quitas las casas, los autos, los bienes, sabes que no va a volver a operar. Sin embargo, si en ellas surge un nuevo líder es porque no se les confiscó el dinero ni el armamento, y no se perdió ni la operatividad ni el recurso logístico", expresa Fres.

Asimismo, el uniformado coincide en que los criminales más preparados también conocen la legislación, no así quienes son más jóvenes en materia delictual.

"Si un grupo quiere ganar dinero y hacer de la criminalidad su negocio, mantiene un perfil bajo y no anda disparando en la vía pública, por ejemplo. Los delincuentes saben que si entran a robar a una casa no pueden violar a la víctima, porque la pena es altísima, o que no pueden golpear y provocar daño innecesario como ocasión de un robo, porque el robo con homicidio también considera una pena muy alta. Pero hay jóvenes que tienen precocidad criminal y no manejan los códigos. Tienen actitudes temerarias como disparar desde un auto", puntualiza el comandante.

RECONOCIMIENTO

Tanto a nivel policial como sociológico, se asume que las pandillas, bandas delictuales y organizaciones criminales, se generan a partir de condiciones específicas: una familia desintegrada, malas condiciones de habitabilidad, falta de acceso a un buen trabajo, educación de calidad, transporte.

"Si a esos jóvenes nadie los quiere ni los aprecia en su casa y son invisibles, el unir fuerzas con otros grupos obviamente los hace creer que son parte de algo. Primero uno quiere satisfacer sus necesidades básicas, pero al final de la pirámide uno quiere realización personal y pertenecer a algo. Si todo esto se genera en 'guetos' urbanos de exclusión social, te encuentras con que la moral de la pandilla es robar, asaltar y matar. Ahí la pelea se produce por quien tiene mayor capacidad ofensiva y entremedio de esas luchas hegemónicas está la sociedad civil que también pasa a ser víctima", cuenta Fres.

De acuerdo a la policía uniformada, las principales bandas de Iquique y Alto Hospicio cumplen con el patrón de estar compuestas principalmente por jóvenes de entre 15 y 30 años. Actualmente son cuatro las que están en la mira de Carabineros.

"En términos generales la pertenencia a pandillas responde a una necesidad evolutiva en el desarrollo de las personas donde el sentido de pertenencia a grupos de pares es máximo en la adolescencia y adolescencia tardía", dice Catalina Mertz.

El sociólogo y académico de la Universidad Arturo Prat, Héctor Solorzano, cree que los jóvenes que conforman grupos criminales pasan de la supervivencia al reconocimiento.

"El joven busca la movilidad social pero el contexto lo hace ver que esa movilidad no se puede conseguir estudiando o trabajando. El modelo nos ha hecho creer que el dinero es demasiado importante y por eso la movilidad tiene que ser rápida y sin desgaste. Es como si un alumno le dijera a su profesora que las clases no sirven para nada, porque su hermano es traficante y tienen un auto y dos casas. Y pasa lo mismo con los medios. Los delincuentes ganan respeto cuando otros conocen su crimen. El aparecer en televisión no los hace recapacitar, sino sentirse famosos", explica el sociólogo de la Unap.

Mientras el delito cambia, las labores policiales también lo hacen. Asimismo, los delincuentes comienzan a reconocerse de otras formas, pintando murales como homenaje a sus fallecidos, con tiroteos en funerales, o subiendo fotos con armas y dinero a las redes sociales.

Esto, sin olvidar los tradicionales rayados en las paredes y las zapatillas en el cableado. J