Iquique es reconocido a nivel nacional como un destino turístico. Sus hermosas playas, la Zona Franca, las salitreras y el oasis de Pica hacen que la región ofrezca una plataforma de alternativas a quienes la visitan.

Si bien aún no existe un gran desarrollo turístico y plataforma de hospedaje salvo en Iquique y Pica, con el trabajo que realizan los distintos organismos se puede llegar a un ideal en los próximos años.

Pese a ello tanto en Iquique como en Alto Hospicio aún no es suficiente la oferta de atractivos que permitan a sus habitantes tener opciones distintas cada fin de semana.

El estrés de la semana requiere que la familia pueda distraerse y tener alternativas para todos los bolsillos, lo que en la actualidad es escaso.

Fuera del paseo del mar en Iquique, las familias solo pueden distraerse en lo que ofrecen los centros comerciales y por ello se han transformado en un momento solo para comprar, lo que aumenta el endeudamiento y a la vez el estrés.

Alguien por ahí dijo que las autoridades deberían enfocarse en temas como la educación y la salud, sin embargo el contar con lugares de esparcimiento ayudan justamente a una mejor salud mental y mejorar las relaciones entre las personas.

Es necesaria una mayor inversión para potenciar lugares de entretención para la familia, como por ejemplo el proyecto que busca dotar de juegos infantiles y máquinas de ejercicio a los barrios y plazas de la ciudad, iniciativa de la Municipalidad de Iquique, que involucra recursos por 2.200 millones, que pese a ser cuestionada, sin duda es un aporte en este sentido.

Pero a la vez es necesario ampliar los lugares para construcción de parques, como el que se proyecta en Alto Hospicio, comuna que muestra un gran déficit de lugares para el esparcimiento y sus habitantes están obligados a trasladarse a Iquique.

Si bien la escasez de terrenos en la ciudad es un problema, proyectos como la ciudad deportiva de Cerro Dragón y un parque acuático en la exballenera están parados hace años, pese a que solucionarían en gran parte este déficit, aunque de todas maneras es insuficiente.

Hay una catástrofe que respira a unos 1.000 km al sur de Iquique. Al principio la noticia unificó los televisores, todos comentaban la tragedia, se mandó ayuda; pero la verdad es que después de unos meses las personas dentro de ese drama se quedan solas. Los que ayudaron se dan por cumplidos, los que no dejaban de digerir información referidas al tema se aburren de tragarla, los que comentaban dejan de hacerlo. La empatía se acaba, la onda que genera el impacto de cualquier drama con el tiempo se va debilitando, aunque esta regla no aplique a quien fue o sigue siendo protagonista de alguna desgracia.

Con el gobierno pasa igual: se despejan vías, se construyen viviendas básicas, se envían los insumos de mayor utilidad, pero lo cierto es que después de un tiempo también se dan por cumplidos, debe ser la gente afectada cuya moral esta desgastada hasta los nervios la que debe recordarles que con eso no basta, que hay individualidades que siguen al debe y que carecen de los recursos para defenderse por sí mismas, pese a ello la indefensión termina imponiéndose, la energía psíquica se les acaba, y esto a los que deben responder les conviene.

Hace 1 año en Iquique vivimos algo similar y a quienes no les llegó la ayuda aún intentan ponerse de pie, aunque solos. Estas son las personas que se olvidan pero que siguen en desgracia. Algunos perdieron sus departamentos, sus casas; otros, y esto hace que la palabra tragedia necesite reinventarse, perdieron la vida de alguien a quien estimaban. Sobre ello no hay indemnización, nadie devuelve nada ni aparecen responsables. Los que planificaron con imprudencia alguna construcción asumen que la culpa fue de lo inhóspito, por tanto las disculpas no llegan y la reparación de las personas cuyo duelo las acompañará hasta la muerte queda desasistida.

Por Copiapó y regiones aledañas, ninguna vida debió haberse perdido si quienes construyen pensaran más en las personas y menos en la economía de los espacios y el ahorro de material.