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Julio Pérez Silva será uno de los protagonistas de "Los Malos"

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"Julio Pérez tenía una capacidad mínima de relacionarse con los otros. Casi no hablaba y cuando le preguntaban algo, sonreía nervioso. Le decían 'Segua', diminutivo de Segundo, o 'Paco', por su seriedad marcial, típica de los carabineros (a quienes, en Chile, se les dice "pacos"). A los 13 años se enamoró de una compañera de curso llamada María, que además era su vecina. Rubia, delgada, hija de una familia muy católica, se acercaba a ella en el liceo esperando una oportunidad para tocarle el brazo o rozarla de manera casual. Con ese botín regresaba a su casa. Años después les diría a los psicólogos que realizaron peritajes en su caso, que había llegado a masturbarse cuatro veces al día pensando en ella, incluso cuando estaba en casa de los Pacheco. En baños exteriores, sin pestillo, su amigo Juan Pacheco lo sorprendió varias veces haciéndolo. Pero él nunca le dijo a María lo que sentía por ella. Estaba seguro de que iba a rechazarlo. Incluso en un contexto de pobreza como el de Puchuncaví, Julio Pérez se sentía muy poca cosa. Era de los pocos niños de su curso que no usaban uniforme e iba a clases con zapatos de plástico. Su rendimiento académico no era motivo de orgullo, en parte porque ya trabajaba como jornalero agrícola medio día y en parte porque no mostraba habilidades especiales. Terminó la escuela básica con 17 años, cuatro después de lo esperado, y no se inscribió en la escuela media".

(...) "Según Bárbara Núñez le contó a la policía, a las ocho de la mañana del 3 de octubre de 2001 iba hacia el colegio, comiendo un sándwich, cuando desde un auto blanco ofrecieron llevarla. No era raro: en Alto Hospicio sobraban los taxis informales de trabajadores cesantes que intentaban hacerse un sueldo. Ella aceptó y subió. A poco de andar, el hombre se desvió del camino, diciendo que tenía que recoger a una sobrina. Después, cambió nuevamente de dirección, desierto adentro. Ella preguntó a dónde iban y él le mostró un cuchillo. Lo dejó sobre el tablero y le dijo que se quitara la ropa. Ella obedeció. Se quedó sólo con los calcetines y los zapatos. El hombre detuvo el auto en medio del desierto. Le preguntó si había tenido relaciones sexuales. Ella respondió que sí, con su pololo. El hombre se pasó al asiento del copiloto y la violó. Después, le ordenó vestirse, volvió al volante, puso el auto en marcha y condujo hacia una loma. Se detuvo, le indicó que se quitara los cordones de los zapatos y con ellos, le amarró las manos. La hizo caminar hacia el borde de un pique minero de 17 metros de profundidad y descendió con ella hasta el primer desnivel, de casi cinco metros. Después subió y comenzó a gritarle, descontrolado. Antes de irse le advirtió: 'Si dices algo te voy a matar igual que a las niñas que desaparecieron'. Desde arriba le arrojó varias piedras, y una le pegó en la cabeza. Bárbara Núñez se desmayó. Cerca del mediodía logró desatarse y subir a la superficie. Los techos de Alto Hospicio se veían a lo lejos. Comenzó a caminar por la pampa hasta encontrarse con el hombre que la recogió.

Horas después, en el hospital de Iquique, le dijo a la policía que había visto al asesino: delgado, trigueño, de un metro setenta. No recordaba la marca del auto, sólo el color. Pero, en medio de esas pistas que no ayudaban mucho, dio dos muy específicas: dijo que el hombre se teñía el pelo y que, del retrovisor del auto, colgaba un dibujo de Bananas en Pijamas".

(…) "En agosto de 2003 (Julio Pérez Silva) dio a la periodista Macarena Miranda, de Chilevisión, su primera entrevista, en la que se vio su celda. Sobre una mesa había un ejemplar de 'Nada menos que todo un hombre', la novela de Miguel de Unamuno. Usaba un polerón Nike y estaba bastante más gordo que cuando había sido detenido. (…) '¿Por qué la gente te tendría que creer?', le preguntó la periodista. Difícil que me crean'. '¿Crees que te van a perdonar?'. 'Yo creo que no'. '¿Tú habrías perdonado?'. 'No, tampoco'. '¿Por qué no ha habido más desapariciones desde que estás preso?'. 'Ya van a volver a matar'. 'Ha pasado tiempo'. 'Ya van a ver'. 'Pero los asesinos en serie no pueden detenerse'. 'El asesino sería muy tonto para matar ahora'. '¿Qué esperas de la vida?'. 'Nada, yo estoy muerto ya'." J